Quiero
descifrar el misterio de la mañana,
las
plazas, el salón, los paseos
sumergidos
en soledad estática
tan
densa como un fluido
que
emergiese de las aguas frías,
no
queda mucho de la niebla de ayer
el
sol asoma en lo alto su lamparilla,
unas
pocas figuras se mueven,
esculturas
de silencio
donde
el tiempo palpita,
una
vez al año,
tan
solo una vez, quizá dos,
disfruto
de esta pausa,
el
mundo me pertenece,
camino
junto al río por senderos de barro,
piso
las hojas muertas,
una
bandada de gorriones se agolpa
en
las ramas de una acacia,
una
cigüeña gris sucio rasga el aire
con sus alas de plata,
asustada,
como
si yo el intruso
estuviese
desvelando el secreto de su plumaje,
bendigo
ser el dios de estas riberas
despobladas
y de los árboles dormidos
bendigo
el don de ver las cosas,
el
agua refulgente, los patos del remanso
al
calor de las aguas que la fábrica vierte ,
soy
anónimo y magnánimo,
aliento
los brotes húmedos,
al
caminante del Camino,
hasta
que el sol baja,
Beatriz
con su spaniel y una historia:
una
madre, la cena de ayer,
la
comida de hoy en restaurante,
y
expulsa de cada rincón su sombra.
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