viernes, 8 de junio de 2018

Entre ellos, de Richard Ford




                Este libro está escrito en dos tandas, la primera recientemente, 55 años después de la muerte del padre del escritor, la segunda, en 1981, tras la muerte de su madre. Quiere dar fe de vida de sus padres, desde el punto de vista subjetivo del hijo que, en la primera parte, vivió la infancia y la adolescencia con el reproche de la ausencia del padre, viajante de comercio, a quien sólo veía los fines de semana, y, en la segunda, con el reproche a sí mismo por haber estado casi ausente de la vida de la madre desde que enviudó. La memoria del padre es lejana y poco precisa, intenta acotarla con generalidades. Más de una vez he estado tentado de abandonar la lectura, con lo que hubiese confirmado la tesis del autor sobre la indiferencia en la que discurren las vidas y las muertes de las personas (“El mundo a menudo no nos presta atención”). La escritura de la memoria de la madre está apegada a la fecha de su muerte, los recuerdos son recientes y el hijo puede sopesar algunos hechos o dichos que, según él, pudieron ser decisivos. Al final, de este segundo texto, aparece una frase que ha roído la conciencia del escritor y que parece que está en el origen de la existencia del libro. La madre se está despidiendo del mundo y con el hijo contempla las posibilidades que le quedan, irse, como había planeado, a una residencia o, quizá, como le sugiere el hijo, irse a vivir con él y su esposa. A la madre le brillan los ojos y, entonces, el hijo le dice que quizá debería aplazar la decisión, al menos, hasta que su situación no empeorase. Más o menos es lo que le dice. El brillo en los ojos de la madre desapareció en aquel instante.

            Cuántas veces no nos ha sucedido algo parecido, arrepentirnos de aquella frase, culparnos por lo que luego sucedió. La vida suele ser caótica hasta que pensamos en ella y tratamos de reconstruirla. La memoria es frágil y nos juega malas pasadas. En nosotros pugnan la búsqueda de sentido y la indiferencia. En un epílogo final, recuerda Richard Ford el bellísimo poema de Auden, Muséedes Beaux Arts. La mayor parte de las vidas pasan en la mayor indiferencia, en nosotros está prolongar por un tiempo el recuerdo de aquellas personas a las que amamos, que fueron importantes para nosotros. No todo el mundo tiene el don de Richard Ford, pero hay otros medios en los que el recuerdo puede florecer. Dice Ford que el amor confiere belleza, también el recuerdo de hombres y mujeres que vivieron y murieron en ese tipo de indigencia que es la indiferencia del mundo, a quienes podemos dar una segunda vida, como nos gustaría que a cada uno de nosotros nos la dieran.




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