sábado, 10 de marzo de 2018

Rusia como tema


El gorrión rojo

           Si damos crédito a esta película, nada importante habría cambiado en Rusia, aparte del nombre del país. La gente sigue viviendo en una dictadura y la inseguridad y la vida siguen valiendo lo mismo, es decir, cero. Sabemos que las películas de género son maniqueas, se construyen sobre polos antagónicos para que espectador no tenga que esforzarse en deslindar el bien del mal. Sabemos por los periódicos y las teles de Putin, de la oposición machacada y encarcelada, de los oponentes asesinados sin escrúpulos, un político que otea la debilidad del enemigo para extender su poder territorial (Georgia, Crimea, Ucrania), su influencia internacional, el control sobre su gente. Sin embargo, la gente, cuando hay elecciones lo vota masivamente. ¿Cómo es eso? ¿Qué debería importarnos más la vida pública de los dirigentes, el juego de Maquiavelo en el tablero político, o la vida ordinaria de la gente, lo que casi nunca es noticiable? Pero las dictaduras suelen contar con la anuencia de sus poblaciones. ¿Es la libertad un valor para todo el mundo? Los chinos no parece que la echen en falta, tampoco los rusos, ni otros muchos países de la tierra.

         La película es larga, moderadamente entretenida e interpretada por el cuerpo escultural de Jennifer Lawence. Es maniquea, es simple, está bien hecha, pero, pese a todo, ¿hay que preocuparse?, ¿es hoy Putin el hombre más peligroso del planeta?

Nelyubov


            Detrás de Putin hay un país enorme y una población tres veces la de España. Esa población como la de Corea del Norte o la de Venezuela tiene una vida que se despliega cada día. El sistema político les afecta, pero la vida sigue pese a él, y se parece mucho a la nuestra. En realidad, ¿qué diferencia a un ruso de cualquier occidental? El gorrión rojo nos ofrece una imagen simplista de la estructura política, Nelyobov (Sin amor), de Andrey Zvyagintsev, nos ofrece una imagen extremada de la vida sin alma en un sociedad capitalista. Lo que vemos es una ciudad moderna, donde la tecnología móvil es el epicentro, acechada por el bosque frío, la lluvia, la nieve de una naturaleza que siempre vuelve. Una pareja en proceso de divorcio y un hijo. No hay calor humano, sino reproches y odio. El hijo de doce años desaparece. Casi toda la película es la búsqueda infructuosa del niño.

             Zvyagintsev, un director que hay que seguir (Elena, Leviatán), muestra planos largos, a veces estáticos, de la fría naturaleza que envuelve con su frío abrigo a los hombres que en interiores igualmente fríos parecen haber perdido la capacidad de amar. No sé si el mundo que alumbramos es realmente así, pero da miedo.

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