miércoles, 6 de septiembre de 2017

La peste bubónica


Asalto mongol a una ciudad

"Los tártaros moribundos, aturdidos y estupefactos por la inmensidad del desastre causado por la enfermedad, y dándose cuenta de que no tenían esperanza de escapar, perdieron el interés en el asedio. Pero ordenaron que los cadáveres fueran colocados en catapultas y arrojados a la ciudad con la esperanza de que el hedor intolerable mataría a todos dentro. Lo que parecían ser montañas de muertos fueron arrojados a la ciudad, y los cristianos no pudieron esconderse, huir o huir de ellos, aunque arrojaron al mar tantos cuerpos como pudieron. Tan pronto como los cuerpos podridos contaminaron el aire y envenenaron el suministro de agua el hedor era tan abrumador que apenas uno de varios miles estaba en condiciones de huir de los restos del ejército tártaro. Además, un hombre infectado podría llevar el veneno a otros, e infectar a personas y lugares con la enfermedad por solo mirar. ( Gabriele De Mussis, Istoria de Morbo, Mortalitate quae fuit Anno Dni MCCCXLVIII, 1348). 

          La fluida circulación comercial entre oriente y occidente, en la época de la pax mongolica, se vio interrumpida de golpe por un enemigo inesperado que utilizó las mismas vías de la ruta de la seda que habían traído la prosperidad, la peste negra.


        A la bacteria Yersinia pestis se le presentaron las condiciones adecuadas para prosperar cuando a comienzos del siglo XIV la caída de temperaturas y las consiguientes malas cosechas abrieron un periodo de hambre y debilitamiento en la población. Las rutas comerciales de la prosperidad se convirtieron de golpe en autopistas del mal. Su vehículo fueron las pulgas y estas recorrieron grandes distancias a lomos de ratas y de los resistentes camellos de la estepa. A su extensión hacia occidente contribuyeron las naves genovesas. Un ejército mongol había sitiado durante meses, en 1346, la colonia genovesa de Caffa (Feodosia), en la península de Crimea, junto al Mar Negro. El ejército mongol infestado por la peste (La peste mataba a “miles y miles cada día”, dice una fuente) tuvo que levantar el sitio, pero antes de hacerlo quisieron dejar a la población de Caffa un buen regalo: catapultaron cadáveres infestados por encima de las murallas con la intención de matar a la población con el nauseabundo olor que desprendían los cadáveres apestados. No fue el mal olor sino la peste la que sembró en la colonia y en Europa entera, cuando los barcos genoveses volvieron a casa, la muerte y la devastación. Se considera una de las primeras si no la primera guerra biológica de la historia. Es difícil hacer un cálculo sobre los estragos de la peste. Los más conservadores hablan de que Europa perdió un tercio de su población (25 de 75 millones de habitantes), otros hablan de un 60 para el conjunto de Europa. En la península se pudo pasar de seis millones a dos o dos y medio. Los mongoles no destruyeron el mundo, la peste estuvo a punto de conseguirlo. 

         Además hubo daños colaterales. Se culpó a los judíos de envenenar pozos y ríos. Un testimonio de la época relata que se juntó “a todos los judíos entre Colonia y Austria” y se les quemó vivos. Los pogromos se extendieron por Europa en una orgía de muerte que se añadía a la muerte. A largo plazo, merma tan brutal de población trajo beneficios para los supervivientes: mejoraron sustancialmente los salarios de los vivos, aumentó la esperanza de vida, se reconfiguró el orden social mejorando las condiciones de los campesinos, sentando las bases para una nueva prosperidad que eclosionaría en la revolución industrial del siglo XVIII.

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