
Piketty lo
simboliza en esta fórmula: r > g, que significa que la tasa de
rendimiento del capital es creciente en relación a la tasa de crecimiento de la
producción nacional. Esa es la contradicción fundamental del capitalismo,
incluso allí, o sobre todo allí, donde el mercado y la competencia son libres y
perfectos. El capital crece más que la producción. Lo que incrementa la
tendencia a que los empresarios se conviertan en rentistas. En la historia del
capitalismo –Piketty lo analiza desde el XVIII a la actualidad- esa ha sido la
tendencia general, con algunas excepciones, la principal la de los Treinta
Gloriosos (1950-1980), una excepción debida a la recuperación de la posguerra y
a políticas fiscales y financieras. Ahora hemos retomado la senda tradicional
del capitalismo hacia la desigualdad, que no parece que vaya a amainar, y que
prevalece en estos inicios del siglo XXI.
Según el
autor, si las tasas de crecimiento del 4 -5 % y superiores no se van a volver a
ver, salvo en países emergentes y por un tiempo limitado y nos encaminamos a un
crecimiento del 1-1’5 % a largo plazo, por lo que la divergencia rendimiento
del capital / ingresos del trabajo será la norma como lo ha sido
históricamente, ¿qué se puede hacer para corregir la desigualdad? Piketty
propone, además de invertir en adquisición de conocimientos y tecnología, un
impuesto progresivo anual sobre el capital. No fuertes gravámenes que mermen la
competencia y los incentivos y que impidan la acumulación originaria, sino una
tasa progresiva capaz de contener el crecimiento sin límites de las desigualdades
patrimoniales mundiales. “Las fortunas desmesuradas no son de utilidad común”.
Para crear ese impuesto se necesita un alto grado de cooperación internacional
y una mayor integración política regional.
A todos los
ciudadanos deberían interesarnos estos temas, concluye Piketty, porque “quienes
tienen mucho nunca se olvidan de defender sus intereses” y “negarse a usar
cifras rara vez favorece a los más pobres”. Nada más lejos, pues, de la
etiqueta ‘intelectual neocomunista’ que algunos de sus críticos han aplicado a
Thomas Piketty a propósito de la publicación de su libro El capital del
siglo XXI. Todo lo más un socialdemócrata liberal. Nada que ver, por tanto,
con el economista Monedero y sus huestes podemitas.
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