jueves, 5 de marzo de 2015

Todo fluye, de Vasily Grossman -II-

           

                                               «Desdichado aquél que vive sobre la Tierra…».

            Iván Grigórevich, el personaje principal de la novela, vuelve a la vida tras treinta años de castigo en los campos de trabajo del Ártico, en Vorkutá. Un hombre desplazado, fuera de lugar durante toda su vida. En el departamento del tren donde vuelve lo toman por viejo, mientras los demás hablan él permanece mudo. En Moscú, va a casa de un primo Nikolái Andréyevich, pero este y su mujer desean que se vaya cuanto antes para no remover el pasado. Viaja hasta Leningrado, pasa por delante de la casa de su antigua novia, que se cansó de escribirle cartas al cabo de diez años, pero pasa de largo porque esa puerta también está cerrada. Iván Grigórevich encuentra trabajo en una cooperativa para gente con problemas, artel, y se aloja en casa de una humilde mujer, Anna Serguéyevna, que vive con su sobrino, Aliosha, se encariña con ellos, pero resulta que también esta historia acaba mal. Anna tiene cáncer y muere, a su sobrino lo acoge una hermana de Anna e Iván vuelve a estar solo. Entonces empieza a recordar la vida bajo el leninismo y bajo el estalinismo, las delaciones, las torturas, las condenas a los campos de trabajo, el hambre en Ucrania cuando la colectivización campesina o deskulakización. Los últimos capítulos, más ensayísticos que ficcionales son un proceso al comunismo, una exaltación melancólica de la libertad que Rusia a lo largo de la historia apenas ha tenido y una impugnación de la revolución soviética a la que emparenta con los periodos anteriores, al menos desde Pedro el Grande, porque combina como ellos la voluntad de reformar el país al estilo europeo, introduciendo la ilustración y la industria, con la servidumbre, la esclavitud de la mayoría de la población tanto en la época de los zares como en los tiempos de Stalin.

            Aunque la gran obra de Grossman es Vida y destino, Todo fluye es una especie de resumen de aquella, aunque centrada en el régimen comunista. Es una novela ensayística donde el protagonista Iván Grigórevich vehicula las ideas del propio Vasily Grosmann, un alegato contra el régimen nacido de la Revolución de Octubre y una defensa de la libertad. En los primeros capítulos utiliza la ironía y el sarcasmo para burlarse del doble pensar, de la hipocresía de los que se adaptaron al nuevo régimen como el primo del protagonista que dice haberse visto obligado a firmar contra sus compañeros judíos del instituto en el que trabaja, en la última gran campaña de Stalin, o en el 37 cuando la gran purga. Grossman combina el patetismo de los casos particulares con el análisis del régimen del que nada salva. Escribió la novela dos años antes de morir, en 1966, aunque sólo se publicó 1980. Era imposible que el régimen soviético pudiese publicar una obra que le ponía en cuestión de arriba abajo. Vasily Grossman por boca de Iván Grigórevich pedía lo que la Unión Soviética por su propia constitución no podía darle: la libertad.

“Por enormes que sean los rascacielos y potentes los cañones, por ilimitado que sea el poder del Estado e imponentes los imperios, todo eso no es más que humo y niebla que desaparecerá. Lo que permanece, se desarrolla y vive es sólo una verdadera fuerza, que consiste en una sola cosa: la libertad. Vivir significa ser un hombre libre. No todo lo real es racional. Todo lo que es inhumano es absurdo e inútil”


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