domingo, 13 de julio de 2014

En compañía de hombres buenos



            Si Carlo Cipolla alertó sobre el daño que pueden hacer los tontos cuando se ponen al mando, en sus leyes fundamentales de la estupidez humana, está por evaluar la destrucción que pueden causar las buenas personas, los hombres con fama que ejercen de buenos. Algunos ejemplos.

            Los efectos de la exposición de ZP tanto en su partido como en España están a la vista. Tardaremos en recuperarnos. Todo el buenismo de ZP estaba ya en la antológica entrevista que Luis del Olmo le hizo al día siguiente de que ganara las elecciones en Punto Radio (la he buscado en la red pero no he conseguido encontrarla). Esa entrevista debería ser de obligada escucha en las jornadas de reflexión preelectoral.

            El bueno de José Mújica, tan alabado por su espontaneidad y su forma espartana de vivir la política, hundiendo la reputación de la presidencia de su país, Uruguay, cuando ha llamado hijos de puta («La FIFA son una manga de viejos hijos de puta», «La sanción es fascista») a los señores de la Fifa por haber castigado, tan suavemente por otro lado, a la figura de su selección de fútbol, Luis Suárez, tras el mordisco al defensa italiano Giorgio Chiellini.

            El bueno del arzobispo Sistach de Barcelona, que puso el grito en el cielo, dónde si no, en solemne homilía del Corpus Christi, por el costoso dispendio en la contratación de Cristiano Ronaldo, pero que desde entonces ha enmudecido ante la contratación millonaria de Neymar o la reciente e incomprensible del triple mordedor Suárez por un club tan moral y enrollado como el Barça.

            El bueno de Del Bosque, siempre dando buenos consejos, exhibiendo ejemplar conducta familiar y pública, con sus finos reproches a jugadores que no siguen su línea, confeccionando un equipo no para ganar  el mundial como debería ser el objetivo de cualquier entrenador sino para mantener la amistad ("No tenía fuerza moral para dejarlos fuera"), el bueno del neo marqués que no ha tenido el coraje y la decencia de dimitir de forma inmediata tras su derrota en la primara fase, como hacen los entrenadores de los equipos relevantes, véase Prandelli. Obsérvese, cuántos condicionales: “Si he de ser un problema para el fútbol español, con la máxima naturalidad, dejaré el cargo si es necesario”.

            Gente toda ella que tiene inmejorable buena prensa, pero siguiendo a Cipolla podríamos establecer una ley: La buena prensa de los hombres buenos es proporcional a su capacidad de destrucción moral.

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