lunes, 7 de abril de 2014

Les garçons et Guillaume, à table


Guillaume es lo más parecido que un cineasta francés puede hacer para aproximarse al estilo Fellini. La vida como escenario de una farsa. Guillaume Gallienne el guionista, director y actor de esta peli se toma a sí mismo como personaje y muestra sitios, sucesos y asuntos personales para encadenar una historia teatral, humorística y très sympáthique sobre los lugares comunes del hombre europeo genérico. Desfilan los tópicos relacionados con los grandes países del continente, España, Inglaterra, Alemania, la vida familiar según los cánones psicoanalíticos, desembocando en la personalidad confusa y multiforme que se ha ido construyendo en las últimas décadas. Guillaume es el último de una serie de hermanos a quien la madre trata más como a la chica que le hubiese gustado tener que como al último de sus chicos. Guillame responde queriendo parecerse a ella, en la dicción, en los gestos, en el gusto. Así descubre, en medio de los bailes de la feria de abril, en la ciudad más fea de España, La Línea de la Concepción, que es una chica en un cuerpo de chico. Eso le lleva primero a buscar modelos femeninos a los que imitar y luego a probar su personalidad descubierta en antros de gays y a frecuentar a hombres a quienes les gustan los hombres, lo cual no quiere decir que a Guillame le gusten precisamente los hombres.

Gallienne nunca lo mira desde el drama, nada más alejado de las brumas nórdicas de un Lars von Trier, prefiere como digo el tono jocoso y autoburlón del sur, la vida exhibida del arco Mediterráneo. Desde ese punto de vista está en la estela de La Grande Bellezza, la gran película de Sorrentino del año pasado, aunque no alcance su cima. Les garçons et Guillaume, à table es una película con buenos momentos,donde la risa sale de forma espontánea, donde los tópicos están tratados con naturalidad, sin ofensa, y que sirve para entender que los habitantes de esta gran península europea pertenecemos a la misma cultura. Nos hemos acercado tanto en la manera de entender la vida y de disfrutar de ella que sería un arcaísmo decir que pertenecemos a naciones distintas. Es curioso que en época de crisis hayan surgido películas tan potentes y optimistas como la de Sorrentino y la de Gallienne. Quizá la crisis no sea para tanto, quizá sirva para tomarla como un tropezón, un gran tropezón en el camino hacia un espacio común donde las vidas particulares sean más libres y menos acomplejadas.

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