Lo de matar
al padre es uno de los grandes asuntos para la construcción de la personalidad
adulta y pareciera que en los últimos tiempos ese ritual no se estuviese
llevando a cabo por incomparecencia del padre, desaparecido en el combate
matrimonial o, al contrario, por la epidemia de infantilización, ese tipo de
padres que en algún momento de la adolescencia han dejado de medrar y han
decidido ser siempre niños, esperar a que sus hijos les alcancen para recorrer
juntos el camino hacia el avejentamiento infantil, jugando a los mismos juegos,
sin dejar espacio para la frustración y el dolor. Pero en algún momento ese
conflicto aparecerá y cuanto más tarde peor.
No es la
primera vez que el cine aborda ese tema, la relación conflictiva entre padres e
hijos. A bote pronto recuerdo dos poderosas películas: Al este del Edén en
la que Elia Kazan adaptaba una de las grandes novelas de John Steinbeck y Aflicción,
donde Paul Schrader adaptaba otra novela, esta de Russell Banks. En A
cualquier precio, el conflicto se establece entre un padre granjero, que
quiere a toda costa preservar y ampliar la granja familiar heredada, y un hijo
entregado a las carreras de coches, que en principio no se muestra entusiasmado
con el proyecto paterno. De fondo hay otros dos personajes actuando y presionando
sobre padre e hijo, el abuelo que es la voz del pasado familiar que recuerda
las obligaciones, el destino que el padre no puede eludir, y la figura ausente
del hijo mayor, un as de la escalada que aparece como referente para el hijo, un
hermano que alcanza el éxito y la personalidad madura alejado de la tutela
paterna. Los dos protagonistas, padre e hijo, parecen superados por las
obligaciones a que se ven impelidos, sus vidas son difíciles, inconformistas, incapaces
de tener una vida familiar estable. La esposa no le satisface al padre, la
novia no le sirve de anclaje al hijo y ambos buscan sucedáneos. La forma de
presentar el conflicto se parece a las pelis mencionadas, se reconocen las
pulsiones que mueven a los personajes, amor y odio, deseo de escapar y de
complacer, búsqueda de la autonomía y necesidad de ser reconocido. Un padre
inseguro, sin haber resuelto él mismo el conflicto con su padre, al estilo de
Nick Nolte, un hijo con una tormenta interior, al estilo de James Dean. Dennis
Quaid y Zac Efron están a la altura. Es nuevo el decorado, cada época necesita
reactualizar los clásicos, ya se sabe.
Es
difícil saber si el giro de guión final era necesario, si expone de forma más
clara el conflicto, el callejón sin salida al que han llegado padre e hijo, el
modo de resolverlo. Es un giro que queda bien en una película, pero que no es
verosímil en la vida real. Otro asunto es el papel que juegan las mujeres, ha
variado mucho desde la época en que se formuló por vez primera, incluso desde
la época de John Steinbeck. Aquí siguen siendo secundarias, creo que ahora
intermedian más, que son más decisivas en la construcción de la personalidad de
sus hijos. Aun así creo que es una peli notable, que hay que ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario