Es casi
imposible en esta ciudad, Burgos, encontrar un día sereno. Amanece cubierto y
con un viento persistente que no cesa en todo el día. Hay momentos, temprano en
la mañana, que las rachas de viento parece que me vayan a tirar de la bici.
Pocos ciclistas en la carretera, la afición a la bici en la ciudad es
mayoritariamente urbana, poco que ver con la invasión de ciclistas en los
alrededores de Barcelona, o de Valencia, por donde me he movido este verano. Sí
que hay santiagueros, muchos, la mayoría extranjeros, franceses, ingleses,
americanos de mediana edad. Encuentro a un anglosajón en bici mirando un mapa
extraviado, muy lejos del camino.
En los
bares de tapas tampoco hay mucha gente, apuran las últimas horas antes de volver, ni siquiera hay gente mirando el
partido de la tele -Madrid Atletic-, aunque a hora muy intempestiva, las doce
de la mañana.

Pospongo mi
vuelta a Valladolid unos días. Prefiero ir y volver esta primera semana de
exámenes y evaluaciones. Ligero estremecimiento cuando pienso en el final del
mes.
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