jueves, 8 de noviembre de 2012

Una predicción para los próximos cien años


            “No pienso que haya llegado el momento, pero está cerca. Me temo que, por desgracia, pertenezco a la última generación que va a morir”. (Gerald Sussman). 
            “En 2100 tendremos el poder de los dioses mitológicos que en otro tiempo adorábamos y temíamos. En particular, la revolución informática nos hará capaces de manipular la materia con nuestras mentes; la revolución biotecnológica nos dará la posibilidad de crear vida casi a voluntad y de ampliar la duración de nuestra existencia; y la revolución nanotecnológica nos dará el poder de cambiar la forma de los objetos e incluso de crearlos a partir de nada. Además, todo eso puede conducirnos finalmente a la creación de una civilización planetaria de tipo I”. 

            Así de optimista se muestra Michio Kaku, tanto como para pasar por encima de estos tiempos de tribulación y esperar a que sus predicciones se vayan haciendo realidad. Es un libro generoso en el tamaño y bien informado. El título que pone MK a su libro, La Física del Futuro, se justifica porque según MK los grandes avances en cualquier campo son fruto de los descubrimientos de la física. MK, físico en activo, especialista en la teoría de cuerdas, repasa en sucesivos capítulos la evolución de los ordenadores; la IA, que construirá máquinas autorreplicantes; la medicina, que nos devolverá nuestros cuerpos jóvenes y los hará más fuertes y ágiles; la nanotecnología, que construirá mundos habitables en los nuevos planetas que vayamos descubriendo; la energía, que extraeremos de las estrellas; los viajes espaciales muy lejos de nuestro recinto actual; la riqueza, con sus ganadores y perdedores; en fin, el futuro de la humanidad, que MK ve arribando a una civilización planetaria, en los albores de un día cualquiera de 2100.

            Nos descubre cosas como estas: el ADN humano tiene 25.000 genes (3.000 millones de pares de bases), el doble de los que posee la mosca del vinagre (Drosophila melanogaster) y tan solo de entre 2.000 a 5.000 más que la Arabidopsis thaliana, la primera planta secuenciada, y aproximadamente los mismos que el ratón común (Mus musculus). El genoma del chimpancé que se secuenció completamente en 2005, puede compararse con el nuestro de forma literal en un 96% de su extensión. El 99% de sus genes son idénticos a los nuestros. Dicho de otra forma, de los 3.000 millones de pares de bases que forman nuestros genes, 2.970 millones son idénticas en el chimpancé, y únicamente 30 millones de pares de bases han sufrido cambios desde que nuestros dos linajes se separaron, hace ahora unos 6 millones de años. Estamos hablando de que chimpancés y humanos únicamente se diferencian en unos 200 o 300 genes y sin embargo el hombre ha construido una civilización que domina el mundo. ¿Qué ha sucedido?

            La región del ADN que ha experimentado mayores cambios desde que divergieron hombre y chimpancé es la  llamada HAR1 o “Región Acelerada Humana 1“. Entre los chimpancés y los pollos, hay, por ejemplo, sólo 2 diferencias en las 118 letras del código de ADN de la región HAR1. Divergieron hace 300.000 millones de años. Pero desde los seis millones de años transcurridos desde el último antepasado común de humanos y chimpancés, 18 de las 118 letras que constituyen la HAR1 en el genoma humano han cambiado. Las formas de las moléculas del ARN del HAR1 difieren notablemente entre humanos y chimpancés. Ese gen ha mutado 15 veces desde entonces. Los cambios parecen pocos pero son asombrosamente decisivos.

            Otro detalle curioso. Los genes de los dinosaurios están desactivados desde hace millones de años, pero existen en el genoma de los pájaros o en los pollos. ¿Eso qué quiere decir? Según Robert Lanza, siempre que se pueda extraer una célula intacta de un ser vivo o de una persona fallecida hace tiempo se podrá devolver a la vida.

            ¿Qué ocurre si a los cambios biológicos le añadimos el Big Bang de la IA? Dicho de otro modo, ¿cuándo los robots nos superarán en inteligencia? En The Singularity is near, Ray Kurzweil ha predicho que en 2019 un ordenador personal de 1000 dólares tendrá tanto poder como un cerebro humano. En 2029, un ordenador personal de 1000 dólares será 1000 veces más potente que el cerebro humano. En 2045, un ordenador de 1000 dólares será mil millones de veces más inteligente que cualquier combinación de seres humanos. Incluso los ordenadores pequeños superarán la capacidad de toda la especie humana.

            MK añade: “Después de 2045 los ordenadores podrán hacer copias de sí mismo. Copias que no dejarán de aumentar su inteligencia, creando una singularidad incontrolable. Para satisfacer su voraz e insaciable apetito de potencia informática, empezarán a devorar nuestro planeta, asteroides y estrellas, e incluso llegarán a afectar a la historia cosmológica del propio universo”.

            Quizá haya mucho de impulso religioso en esas ideas, pero no hay que negar que resultan seductoras, y puede que aterradoras. ¿Nos estamos asomando al abismo? Para aliviar el temor a caernos con el invento, Asimov ideó tres leyes con las que cada robot saldría de fábrica y que le impedirían llegar a estar fuera de control: los robots no pueden hacer daño a los humanos, deben obedecerles y debes protegerse a sí mismos, por este orden. Sin embargo, los científicos actuales creen que no bastan con esas reglas. ¿Qué pasará con los robots militares? ¿No podrán volverse contra sus amos? Eliezer Yudkowsky propone algo mejor: la IA amistosa. Diseñaremos a los robots para ser benignos, para ayudar a los humanos en vez de destruirlos; los robots elegirían ser benevolentes.

            Kurzweil cree que nos fusionaremos con ese tipo de tecnología. Pondremos esos dispositivos en nuestros cuerpos y en nuestros cerebros para que nos hagan vivir más tiempo y más sanos. De hecho la fusión ya ha comenzado, aunque parezca poca cosa: implantes cocleares (ya hay 150.000 personas con él), prótesis para aliviar la ceguera, sustituir la traquea.

           ¿Pero qué es la inteligencia? El cerebro no es uno sino varios minicerebros separados, cada uno de los cuales está diseñado para realizar una tarea distinta. “Una sociedad de la mente”, según Marvin Minsky. La consciencia es en realidad la suma de muchos algoritmos y técnicas independientes que la naturaleza ha ido encontrando durante millones de años. Ensayo y error. La inteligencia es más que sólo memoria y velocidad. Lo que aún no pueden hacer la IA y los robots es el reconocimiento de patrones y el sentido común.


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