Esta road movie urbana de David Cronenberg, versión del libro del mismo título de Don DeLillo, está ideada para mostrar el estadio actual del capitalismo es su fase especulativa, con la revolución tecnológica como su dasaforado vehículo. La peli entra en nuestro mundo -Cosmópolis- por una cesura temporal: el momento en que un hombre con apenas 28 años, Eric Packer, que ha conseguido hacerse enormemente rico y poderoso gracias a una fórmula que imita patrones naturales para predecir la evolución del valor de las monedas, siente la urgencia de un corte de pelo en una peluquería del barrio en el que creció. Para ello necesita atravesar la ciudad donde están sucediendo cosas que muestran su fragilidad: la visita del Presidente que pone a prueba el sistema de seguridad, los movimientos de masa anticapitalistas, acciones anarquistas que pretender desvelar los pies de barro del tinglado, el funeral por una estrella del rap. El hombre viaja en una enorme limusina, su observatorio del mundo, llena de ventanas y pantallas que le muestran una realidad que cree dominar y el mundo virtual que ha construido y que la ha hecho poderoso. A lo largo del viaje entran asesores, informadores, seguratas, analistas y filósofos que le proponen acciones, le aconsejan o le proporcionan teorías para corroborar lo que está viendo. También sus amantes, sus socios, su mujer. En el viaje la brecha se ensancha, la disociación entre el mundo real y el virtual, el modelo matemático de Eric Packer deja de ser eficiente porque no puede explicar la evolución del yuan, porque en sus cálculos no ha tenido en cuenta la disonancia, la peculiaridad, el caso particular, como la próstata asimétrica que le descubren sobre la marcha. De golpe su mundo se viene abajo.La peli es una peli de tesis como supongo que debe ser la novela de DeLillo, que no he leído porque en su momento vi el costoso esfuerzo de mi compañera por adelantar en la lectura. Como es una peli de ideas, desnuda a los personajes hasta hacerlos transparentes: se les ve la carcasa. Portadores de conceptos, abstractos, deliberadamente fríos: las escenas de sexo son atrozmente insípidas, las conversaciones, de robots, los movimientos y los gestos de los actores, caricaturas. Pespunteando las escenas, hay frases marmóreas que se ofrecen como claves para desencriptar la realidad. "Esos chicos. ¿Qué dolor sienten para tomar droga?". "Morir es un escándalo. Todos lo hacemos". "Nadie odia a los ricos. Todos creen estar a diez segundos de ser ricos". He visto en otros escritores esta manera de definir personajes o de destilar la complejidad -García Márquez en el modo antiguo, Houellebeq en el moderno- pero aquí se llega al despojo absoluto, no queda nada fuera de la limo, ruido, sólo opaco ruido. Cosmópolis es como si Inside Job y Margin Call bajaran a la calle, la incidencia del capitalismo tecnofinanciero en el callejero.
Aún así la alegoría de DeLillo Cronenberg se sigue porque todos intuimos que en algo así puede acabar esta singular crisis que estamos viviendo. Un capitalismo tecnológico que nos devuelve a la edad media, una edad media con tecnología punta, señores feudales de las finanzas y siervos de mala vida a un paso de la muerte. Como si volviésemos a aquellas ininteligibles películas italianas de los setenta, aunque esta es inteligible. Su problema, quizá, sea que lo nos muestra se hace tan evidente que termina por aburrir por falta de novedad y ausencia de pasión.

No hay comentarios:
Publicar un comentario