
Y es una
lástima. No es que no tenga interés lo que el autor cuenta, lo tiene, es un
magnífico resumen del estado actual de la comprensión y análisis de la obra de Tito
Livio. Pero está dicho de forma tan concentrada que es difícil disfrutar con un
trabajo así, cuyo objeto, como digo, no es construir una obra autónoma, sino
ponerse al servicio de la lectura que ha de venir a continuación.
Tito Livio
es un escritor que siempre ha generado polémica: ¿es un historiador o un
literato?, su forma de concebir la historia ¿está más cerca de Heródoto o de Tucídides?, ¿qué valor tienen las décadas iniciales, los libros dedicados a los comienzos de Roma,
donde no se desdeñan las leyendas o los pasajes míticos o los hechos difíciles de
creer que se atribuyen a los grandes hombres del pasado? De la inmensa obra de
Tito Livio se conserva un cuarta parte de sus 142 volúmenes –calcula el autor
que si midiéramos su trabajo con criterio actual, Tito Livio escribió un libro
de 300 páginas al año durante 40 años-, de desigual valor y con diferente
criterio historiográfico, pero todo el mundo coincide en que fue un gran
escritor. Su obra ha inspirado a historiadores, pero quizá más a literatos,
pintores y escultores, de ella surgieron personajes famosos: Virginia,
Sofonisba, Lucrecia, Horacios y Curiacios, Coriolano, Manlio Capitolino,
Cincinato. En general, se acusa a Livio de no tener una visión de
conjunto, de no tener conciencia del cambio histórico, de contemplar los hechos
como si formasen parte de una realidad inmutable; se le acusa de imprecisiones
cronológicas, de distorsiones moralizantes, de tendenciosidad patriótica, de
idealizar a los líderes romanos y de menospreciar a los plebeyos. No tenía
especial cuidado en verificar los detalles, las fuentes, aunque su relato se
puede considerar auténtico en líneas generales. Su concepción de la historia, según Ángel Sierra de Cózar, podría resumirse así: “un producto literario entre la oratoria y la poesía con
un toque filosófico en el acento puesto sobre la ética y la ejemplaridad
moral”.
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