martes, 14 de junio de 2011

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan I

Puesto el título, como un eco necesario de su lugar de procedencia, El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, Patricio Pron camina en dirección opuesta a la literatura argentina, y a la hispanoamericana, y a la española, y lo consigue y llega. Estos días me lo encuentro por doquier: en un comentario elogioso de Félix de Azúa -y van dos-, en un artículo que Pron escribe en Revista de Letras alzando las historietas con dibujos a la altura de la vanguardia literaria y como traductor de otros autores. Debe ser que Patricio Pron está en el aire subyugando al espíritu del tiempo. No me extraña, por que si en otras lenguas se escriben buenos libros respirando el aire contaminado de hoy mismo, por qué no habría de ser así también en español.

En este libro de 18 relatos, la acción sucede en Alemania o los protagonistas son alemanes o tienen que ver con ellos, aunque hay un fondo de Argentina, una huella que se difumina. Alemania y Argentina, pues, y su pasado tan difícil de soslayar.
Hay dos relatos centrales en el libro. En Es el realismo el autor hace una especie de confesión sobre lo que le gusta y lo que no, aunque de modo indirecto, que es como suelen hacerlo los escritores, huyendo de la pertenencia y de la servidumbre, abominando de lo literario, del lustre pegajoso de lo literario, para entendernos. Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo puede verse como un contrapunto a La literatura nazi de América de Bolaño. Las biografías que traza de autores del período expresionista alemán, en torno a 1914, le sirven para referirse a las técnicas literarias que le gustan y que aplica en estos cuentos y que coinciden con las del expresionismo: la simultaneización de acontecimientos, la desaparición del narrador omnisciente, la huida del psicologismo, de las leyes de la causalidad y del mimetismo, el collage. De todas las biografías que traza en la que más se empeña es en la del joven poeta muerto en la guerra del 14 –muchos de los expresionistas murieron en la guerra del 14-, Balduin Bählman, que quería escribir de nuevo el Fausto, convencido de que la perfección del poema requería las precisas palabras que Goethe había encontrado y escrito y no otras, aunque la época y las circunstancias fuesen tan diferentes. Su imposible esfuerzo fue 25 años anterior al Pierre Menard de Borges, con la diferencia de que ésta es una historia de ficción y aquella real.

Patricio Pron entra sin prolegómenos en sus historias, ahorra al lector las descripciones aburridas, los retratos y la vida interior de sus personajes. Del mismo modo les abandona, en mitad del camino, por así decir, el espejo por donde va pasando la vida. En ellas, varias cosas suceden al mismo tiempo y no suele haber un hilo, que las engarce y las lleve a una conclusión definitiva, y si existe se deshilacha con facilidad.

En Ideas unos niños desaparecen de un pueblo alemán de la RDA sin causa que lo justifique. Cuando los padres de los niños se han hecho a la idea de su desaparición reaparecen, también sin explicación. En El viaje, un anciano doctor Maak, en una residencia, traza sobre un mapa itinerarios de viajes. María, la sirvienta que lo atiende, lo escucha con admiración hasta el día en que muere. Entonces, María es despedida por la señora Von Krokow cuando ésta ve cómo aquella esconde el mapa de los viajes imaginados bajo su vestido. En Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás, su hijo encuentra un álbum de fotos de su madre muerta, en el altillo de la casa, un álbum que su madre, Gertrude Bode, dedica a un desconocido Manfred Block, de Gotinga. Del álbum caen dos cartas, una de ellas fechada en Bremen. Lo que aparenta ser una cosa acaba siendo otra muy distinta. El cuento es una larga frase  que se despliega como un sueño. En El estatuto particular, a un ‘asesor creativo externo’ le llaman por teléfono: “¿Chocolate?”, le dicen, y el responde, “Negro”, y cuelgan. El asesor es la mitad de una pareja que viaja por ciudades por separado, se aloja en hoteles distintos que desconocen y juegan a encontrarse. El día que no lo logren será el fin de la pareja. Paralelamente se habla de la muerte de la novela y del estatuto particular del cuento. En Un cuervo sobre la nieve, un hombre interesado por los cuervos conoce a una mujer, con la que intima mirando lo que lee por encima de su hombro, láminas de anatomía. La mujer le cuenta su historia de adolescente casada con un adulto, en algún lugar de África, a cambio de regalos para la familia. El marido murió y luego se le presentó como un fantasma negro. Le pide que lo libere de su vida de fantasma, para ello ha de soltar a una sirena atrapada en una botella con agua de mar. Un padre hosco hace todo lo posible para amargar a su mujer y a su hijo en Una de las últimas cosas que me dijo mi padre. El hijo lo abandona, y por fuerza el padre ha de instalar un teléfono para que puedan hablar madre e hijo. Pero apenas lo consiguen. La madre muere. El padre, como tantos personajes de estos relatos, viene de la guerra. Cuando va a verle por última vez en una residencia, el padre le pregunta: “¿Está todo bien?”. “Perfectamente”, responde el hijo. “Ya lo sabía”, dice por último el padre.

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