lunes, 21 de marzo de 2011

Entre Valsurbio y Camporredondo, Palencia


Aunque haya algún estudio que señala que escuchar la música favorita cumple la misma función que un buen ejercicio aeróbico, esto es, mejorar la circulación coronaria (qué universidad podría avalarlo, sino la de Liverpool), quién, viendo este día de marzo, tan espléndido, lo dejaría escapar quedándose en casa. Cielo limpio, azul sin mácula, ni una brizna de viento en la atmósfera.
Comenzamos en el Santuario del Brezo, una ermita que guarda una virgen de talla románica, aunque la devoción a juzgar por el edificio es neoclásica. 



Tras los días de lluvia que hemos dejado atrás, a la tierra le desborda la energía contenida. Aún hay caminos embarrados, algunos charcos y en la umbría, cuando comenzamos las pequeñas ascensiones, la nieve endurecida y el hielo se resisten a deshacerse en agua. Pero las ramas de los árboles están llenas de yemas a punto de estallar.
Dejando a nuestra izquierda el Cueto Palomo, continuando hacia arriba, unos cuantos kilómetros más allá, llegamos hasta un refugio, llamado del Cristo del Valle, en muy buen estado.


Siguiendo por una pista llegamos a un pueblo fantasmal, abandonado en los años setenta, Valsurbio, el de mayor altitud de Palencia, del que apenas se mantiene en pie la espadaña de la iglesia y algunas paredes de sillares desnudos carcomidos por la humedad. El lugar, cuando la vida lo habitó, no debió ser especialmente duro para sus gentes, protegido por un microclima que animaba la floración de serbales, almendros y cerezos, fresnos, manzanos y guindales. El topónimo es una contracción de valle de los serbales. Lo que resta de las casas de piedra indica que no se vivió mal aquí si tenían tiempo para construir sus casas con tanto esmero.


Cómo sería la vida de sus antiguos moradores, ¿serían sus días tristes o alegres, cantaban o se llevaban tan mal como suele ocurrir en la vida de los pueblos?, ¿qué hacían en Valsurbio el día de su fiesta, ese día de las nieves, tan evocador? Oculto entre la maleza, apenas protegido por una valla de madera, alguien se resiste a dar por perdido el pueblo; un antiguo poblador o acaso un descendiente viene de vez en cuando por aquí para dar testimonio de que en otro tiempo este fue un lugar habitado.


Camporredondo, Valsurbio, Valcorbero ha sido tierra de grandes nevadas y heladas, de muchos días incomunicados, tierra de lobos que bajaban a los pueblos para atacar a los perros y a las ovejas, no es extraño que la gente se siga yendo para encontrar parajes más amables. Aún se ven mastines en la zona, criados para enfrentarse a los lobos.


Seguimos por la Sierra del Brezo y por la pista vamos descendiendo hacia Camporredondo. Enseguida avizoramos el Curavacas, una de las alturas de las Fuentes Carrionas de la montaña palentina, los tres picos gemelos que a lo largo de la mañana por el camino ondulante que seguimos son servirán de punto de referencia.


Dejamos la pista y entramos en una pradera llena de escorrentías que brotan en cualquier lugar, hasta que al fondo a la izquierda aparece el pantano de Camporredondo y en frente el Espigüete.


Una vista que dispone los elementos para componer una postal: el pantano, Alba de los Cardaños y arriba el Espigüete que hoy parece esculpido por un impresionista que quisiese destacar sus facetas brillantes y oscuras cargadas de nieve, al sol o sombreadas.
Aquí se puede ver el álbum de la excursión.

Al final de la tarde una luna enorme, anaranjada, la superluna en su perigeo, se eleva en el horizonte, nunca la he visto más cercana, nunca su cara iluminada se ha asemejado tanto a un rostro con ganas de parlamentar, tan cercana que en algún lugar de la tierra algún hombre ha podido levantar el brazo y en  atusar su barbilla. A medida que autocar se acercaba a su destino la luna ascendía y palidecía, adoptando su habitual pose distante.

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