sábado, 31 de octubre de 2009

Un marit ideal, en el Goya


Un marit ideal és una merda. Josep Maria Mestres, el director, no sólo convierte en más convencional lo que ya lo era hace más de un siglo, sino que aquello que podía tener algún interés como son las frases mordientes de Oscar Wilde estén dichas con tanta sosería que pierden la garra que aun podían tener. Supongo que un teatro comercial como es el Goya de Barcelona lo que busca es llamar la atención del público para que deje su dinero en taquilla. En esta función había dos atractivos, Orcar Wilde y Joel Joan. Al guaperas del teatro catalán se le montan tres numeritos fuera de guión para sus fans dejen correr sus risitas histéricas, unas palabras de introducción a la comedia, sentado en una butaca entre público, y unos pasos de baile para separar los dos actos de que consta la pieza. En lo demás está correcto, sin negar su don natural para ocupar la escena. De Oscar Wilde, qué decir. Descontada su singular biografía, hasta nosotros han llegado sus frases ingeniosas, pero tan roídas por la repetición que ni eso.

El director hace un guiño al público en el papelín de mano, remitiendo la función a los recientes casos de corrupción. Pero es sólo eso, un guiño blando, blandísimo. Un político corrupto (pleonasmo?) saldrá la mar de reconfortado si acude al Goya. El personaje sobre el que gira la trama se ve sometido a un chantaje por una mujer perdularia que le presiona para que retire un proyecto en el parlamento que perjudica sus intereses económicos. El chantaje se funda en una antigua corrupción -uso de información privilegiada- del político, gracias a la que tiene lo que tiene, poder y riqueza, y que ella dice estar dispuesta a sacar a la luz. Pero es que para desbaratar el chantaje, a la mujer se le presiona con otro chantaje. Al final, happy end, todos la mar de contentos como en la antigua comedia burguesa, del sector negocios de la sociovergencia, quiero decir, "si hay corrupción es porque hacemos cosas por el país", decían los nunca condenados sociovergentes. Así que la propia pieza -humor blanco- es corrupta, inmoral, por su manera de plantear las cosas y el director un inepto por no haber sacado partido de un tema tan actual. Una merda que convierte a quien lo ve en más tonto o en corrupto por dar el visto bueno a toda esa porquería.

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