viernes, 29 de mayo de 2009

Anatomía de un instante

Afectado por las críticas a su tramposa Soldados de Salamina, Javier Cercas acomete su intento de explicar el 23-F con el deseo de reivindicarse y la inseguridad de quien ha sido cogido en trampa y quiere sostenella y no sabe o no puede enmendalla. En aquella novela construida sobre una anécdota real -en medio de la huida republicana hacia la frontera, en 1939, un grupo de falangistas cae en una emboscada y va a ser fusilado, pero un capitoste, Rafael Sánchez Mazas, escapa, es descubierto por un soldado republicano que lo salva y lo deja huir- se inventaba un héroe, tras buscar a la persona real infructuosamente, para convertirlo en ejemplo de virtud. La figura ética inventada, el soldado republicano de gesto heroico, habría mantenido su anonimato, en la ficción, para preservar el valor moral de su gesto.

Ahora, en Anatomía de un instante, tiene los hechos, tiene el gesto heroico y tiene el personaje que encarna la virtud: el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el presidente del gobierno, Adolfo Suárez y su gesto de enfrentarse a los golpistas permaneciendo erguido en su escaño, en medio del tiroteo, mientras los demás diputados se echaban al suelo. No se inventa, pues, al personaje que necesita para cerrar el círculo del significado que en general los novelistas trazan cuando construyen el artificio de una novela. Ello no quiere decir que no vuelva a hacer trampas, las hace. Desde la plúmbea introducción se empeña en querernos convencer de que el suyo no es un libro de historia, tampoco una novela, sino como en aquella novela anterior un relato real, en su jerga.

Adolfo Suárez es un personaje de destino que carga sobre sus espaldas una misión heroica, destruir el franquismo desde dentro para construir el edificio de la democracia. No llega a ser un héroe trágico, pero casi, pues Cercas aporta las pinceladas para que lo parezca: la suerte de su mujer y su hija, la suya propia en los últimos años. Como en todo héroe trágico hay un momento necesario para la heroicidad. Ese momento es la tarde del 23-F. En esa tarde Suárez cumplió con su destino. Como se ve Cercas trata a una persona real como un personaje de ficción y reduce los hechos históricos a sucesos significativos dentro de una trama que conduce al sentido. Para que todo le cuadre procede a la selección arbitraria de hechos y dichos propia del método del novelista, sin atender a la complejidad, la discontinuidad y la imprevisibilidad de lo real.

En su apoyo no cita a rigurosos historiadores que tienen que avalar con datos precisos cada una de sus afirmaciones, le basta con las solas metáforas de los literatos. Hans-Magnus Enszenberger, por ejemplo, había publicado un artículo en El País, en 1989, "Los héroes de la retirada", donde hablaba de aquellos políticos del Este de Europa, Gorvachov, Jaruzelski, que se inmolaban políticamente para que el cambio del comunismo a la democracia se produjese, alcanzando con ello la condición de héroes morales. También cita a Borges para señalar que todo destino, por largo y complicado que sea, se cifra en un instante, esa tarde del 23-F que convierte a Adolfo Suárez en un ente de ficción, ejemplo de virtud cívica.

La novela está bien llevada, se lee con interés y junto a Suárez parecen otros entes de fición que contribuyen al esplendor del héroe, los antagonistas, con su pequeña complejidad -Milans, Armada, Tejero-, los perversos o retorcidos -Cortina-, los ambiguos -el Rey- y los héroes menores que coadjuvan a la resolución de las peripecias de todo artefacto novelesco-Carrillo, Gutiérrez Mellado. Falta por supuesto la veracidad de los científicos que fijan los hechos y no se conforman con la espuma política para explicar la historia, pues en la España de la época había otras fuerzas y otros hombres y otras luchas.

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