La evolución produce criaturas imperfectas e inacabadas. Por ejemplo, el kiwi tiene unas alas sin función; las ballenas conservan vestigios de pelvis y huesos de patas de su pasado de cuadrúpedos terrestres. Pero es en los humanos donde la cosa es más llamativa: contamos con músculos para accionar una cola que no tenemos, para erizar plumas desaparecidas (la "carne de gallina") o mover las orejas o un apéndice inútil que en otro tiempo sirvió a los primates para hacer fermentar las hojas de los árboles y transformar su celulosa en azúcares. Como curioso es el recorrido de nuestro nervio laríngeo que en vez de ir directamente del cerebro a la laringe, desciende hasta el pecho, gira alrededor de la aorta y regresa a la laringe en un recorrido tres veces mayor del necesario. La solución del enigma está en que el nervio laríngeo procede de los arcos branquiales de nuestros antepasados, los peces, y allí sí cumplían una función.
El colmo de las imperfecciones está en el aparato reproductor de los humanos.
Los testículos no están fuera del cuerpo, donde la temperatura sería la adecuada para los espermatozoides. Están en el abdomen, y cuando el feto tiene unos siete meses emigran al escroto a través de los canales inguinales, debilitando las paredes abdominales con el riesgo de causar hernias, a veces mortales. La uretra pasa por medio de la próstata, y cuando ésta se inflama dificulta o impide la micción.
Las mujeres paren a través de la pelvis de forma dolorosa, porque es demasiado estrecha (por necesidades de la locomoción bipedal) para un cráneo que ha debido ensancharse para acoger el crecimiento del cerebro.
Como señala Francisco J. Ayala en esta interesante entrevista:
El diseño inteligente presupone que estamos demasiado bien hechos como para ser fruto de mutaciones azarosas y de la selección natural. Sin embargo, como suele decirse irónicamente, hasta un urbanista humano consideraría un disparate colocar un vertedero (la cloaca) junto a un parque de atracciones (los genitales).
Si estudias al detalle el organismo humano, no hay nada que esté bien diseñado. Un ejemplo menos dramático: nuestra mandíbula no es suficientemente grande para todos los dientes y, por eso, nos tienen que sacar la muela del juicio y, frecuentemente, enderezar las otras piezas. Un ingeniero que hubiera diseñado la mandíbula humana habría sido despedido al día siguiente. Y lo mismo pasa con el resto. Nuestro ojo tiene un punto ciego porque el nervio se forma dentro de él, y no por fuera. Los calamares y los pulpos tienen un ojo complejo, muy parecido al nuestro, pero sin el punto ciego, porque el nervio se forma por fuera de la retina, lo cual demuestra, evidentemente, que Dios quiere a los pulpos y los calamares mucho más que a nosotros.Esta página, por el contrario, defiende, casi a rabiar, el diseño inteligente -y de forma inteligente.
También llama la atención esta curiosa confesión de Richard Dawkins sobre el diseño inteligente:
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