La guerra más cruel (Círculo de Lectores).
¿Quiere que hablemos de nuestras sensaciones íntimas? ¿De la guerra?, ¿de la muerte? ¡Se puede hablar mucho rato de eso! Estuve en dos ocasiones en la guerra en Chechenia, de hecho puedo decir que viví dos guerras distintas. La primera vez fui como conscripto. Tenía 18 años, era un crío, la guerra me pareció un agujero negro sin esperanza. Me obligaron a ir después del campamento, con su dedovschina, las novatadas, en las que te rompían los dientes -como a mí- o te colocaban una estrella de la gorra al rojo, candente, sobre el cuerpo; me dieron una metralleta y me dijeron: "Ataca, muchacho, y defiende el régimen constitucional de la patria". De Chechenia sólo sabía que estaba al sur. Mi unidad era el Regimiento de Artillería Motorizada 429, conocido como Cosacos de Kubán o Mozdok-7, llevábamos Kaláshnikov y lanzagranadas. No tenía amigos en el sentido de la palabra, en eso Erich Maria Remarque no dijo la verdad o nuestra guerra era diferente. Cada uno respondía de sí mismo.
Mi primera etapa no la llamaría historia de un soldado. Ni siquiera vi a los chechenos. De alguna parte salían disparos y yo disparaba hacia allí. Yo era sólo carne de cañón. La segunda vez, cuando me enrolé voluntario, era mayor, ya adulto, con 23 años. Fue una opción personal. No experimenté el pavor horroroso de la primera vez, podía controlarme, tomar decisiones. ¿Por qué regresé? Al volver a casa la primera vez encendí la tele. Piensas que la guerra está en todas partes, que todo el mundo la vive. Y lo que vi en la televisión fue un programa del corazón, frívolo. Me sentí fuera de lugar. A dos horas de allí se estaba matando gente. Cuando empezó la segunda guerra simplemente me fui para allá. No fui a la guerra, huí de un mundo que me parecía absurdo.
Toda mi vida tras la guerra es una enorme y total cicatriz. De aquel Arkasha inocente que fue a la guerra la primera vez no queda ni una gota. Yo no tenía que haberme convertido en lo que soy. Tendríamos que haber vivido otras vidas. Mientras estaba en la guerra perdí a mi familia, incluso un coche atropelló a mi perro.
¿Mató a alguien mientras servía en Chechenia?
Creo que no. En un 95% estoy seguro de que no. Confío en que no. Mataron a Igor, un compañero de Moscú, en una emboscada, con una ametralladora de gran calibre; se desplomó alcanzado por varios proyectiles y al caer le explotó una de sus granadas de mano. Lo estoy viendo. Perdí los estribos. Sólo deseaba matar, a todo el mundo. Disparé contra la gente, al azar. Seguro que no acerté. Y ahora lo agradezco a Dios.
Una vez matamos a un crío. Una niña de cinco años. Fue casual. Nos disparaban de una aldea. Nos tiramos al suelo. Me pareció ver una sombra en la ventana de una casa. Grité: "¡Allí!". Y allí disparamos. Luego entraron los blindados. En la casa aparecieron muertas la niña y su abuela. No fui yo, pero tengo parte de culpa.
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