
"En la cumbre reina un faraón colectivo, el Partido Comunista Chino, cuyos clanes dirigentes saldan sus cuentas protegidos de las miradas. En la base, mil millones de obreros y de campesinos desprovistos de derechos elementales, población de siervos y de esclavos modernos. Entre ambos, una clase media en plena expansión se beneficia de una nueva y frágil prosperidad que, salvo admirable excepción, es dada antes a la docilidad política que a la reivindicación de las libertades "burguesas" fundamentales".
Apenas se habla de la continuación de la dictadura comunista por otros medios, dictadura posmoderna la llama André Glucksman, con 10.000 ejecuciones capitales al año.
Durante muchos años los europeos nos hemos quejado de que los americanos lucían una democracia exquisita hacia dentro, pero una tiranía imperial en las zonas del mundo bajo su férula. Los líderes europeos tienen la ocasión de hacer un acto de coraje boicoteando las olimpiadas de Pekín.
Me temo que no harán nada, pero que piensen que ningún país ha alcanzado la hegemonía imperial sin embarcarse en una guerra contra sus competidores. Están a tiempo.
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Un Ferrari y una caravana de seiscientos. Esa es la impresión que he tenido asistiendo a un concierto en el que un pianista interpretaba el concierto para piano número dos de Brahms junto a una orquesta incapaz de seguirle. Quizá los músicos y su director estaban cohibidos ante el nombre del pianista, quizá no han tenido tiempo suficiente para ensayar. El caso es que luego, ya sin la presencia del gran hombre, han hecho una Tercera de Beethoven más que digna. Aún así la potencia y concentración del músico ha sido tal que podía seguirse el concierto sin tener en cuenta el sufrido trabajo de la orquesta.
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