lunes, 4 de febrero de 2008

Paseo por el nuevo Prado


Paseo por el nuevo Prado. No es un edificio espectacular, pero es moderno. Limpio, ordenado, luz y color para la mirada. Maderas y estucados. Es un hallazgo la gran claraboya que desde el claustro elevado de los Jerónimos ilumina las nuevas salas. Lo es el gran cubo en el que se exponen las esculturas que los Leoni hicieran para la familia de Carlos I, con Felipe II incluido, aunque quizá sobre espacio para tan pocas esculturas. Son cómodas, descansadas las nuevas salas, bajo el gran cubo, en las que reaparecen las pinturas ocultas, grandes frescos históricos y retratos, de los pintores españoles del XIX. También lo son los estucados, al estilo del Thyssen, sobre los que descansan las pinturas. Es una sorpresa la sala semicircular de las musas, enmarcadas en una combinación de ventanales y franjas de pared en rojo. Por contraste las viejas salas del edificio Villanueva aparecen ahora mal iluminadas y con el color de fondo de las paredes como descolorido

Las ocho estatuas de las musas proceden de la Villa Adriana de Tívoli, copias de modelos griegos, realizadas a finales del reinado de Adriano (hacia 130 d. C.). Compradas por la reina Cristina de Suecia, pasaron a manos de Felipe V en 1725 para su palacio de La Granja de San Ildefonso. Aunque fueron restauradas en el XVII por Ercole Ferrata con algunos errores importantes.

El festín de la visita se completa con dos interesantes exposiciones, la dedicada a Velázquez, Fabulas, y la mencionada sobre la pintura española del XIX.

Estas pinturas, vagamente recordadas de cuando las veíamos en el Casón del Buen Retiro o reproducidas en los libros de historia, con los mitos de la nación española como tema, aparecen ahora bajo la luz natural del lucernario del claustro. Artistas como Madrazo, Rosales, Sorolla o Fortuny irán sumando valor al entrar por fin en el espacio de la consagración o por la mera compañía de los grandes.

Se recogen obras de todos los estilos, desde el neoclasicismo hasta las primeras vanguardias. Desde el retrato que Vicente López hiciera a su amigo Goya, hasta Los hijos del pintor en el salón japonés, que Fortuny pintó en 1874, o los Chicos en la playa, de Sorolla, de 1910, pasando por La muerte de Viriato, de Madrazo, Los poetas contemporáneos de Esquivel, la Juana la Loca, de Pradilla, el Fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert o Doña Isabel la Católica dictando su testamento de Rosales. A mí me ha interesado los grandes retratos de Federico de Madrazo, en especial la joya de la exposición, desde mi punto de vista, La condesa de Vilches. Hermosa y culta dama de la época isabelina que Madrazo pinta al estilo de Ingres.

1 comentario:

Felipe Sérvulo dijo...

Queremos ir a verlo en el AVE, llevaremos este "post" como referencia.
Pásate, por favor, por "Inventario", mi blog de poesía.
Un abrazo y hasta pronto.