Este suceso es de 1961, muchos años después de los transportes de la muerte nazis. Sus responsables no han sido enjuiciados.
“El día 22 de abril de 1961, los prisioneros de la Brigada 2506, que se contaron 149 en total, iban a ser trasladados desde Playa Girón hasta el Palacio de los Deportes de La Habana para ser encarcelados. Cada uno de los prisioneros fueron puestos en fila y, tan pronto se pronunciaban sus nombres, subían a la rastra que les trasladaría hacia La Habana. La rastra, era un camión de aluminio con forro interior de madera, previsto para el transporte de mercancías, ni siquiera de animales y mucho menos de personas, pues al encontrase herméticamente cerrado carece de orificio alguno al exterior que permita al ser vivo respirar. Una vez dentro del camión, los ocupantes prisioneros empezaron a dar gritos de auxilio, pues se estaban asfixiando como consecuencia de la falta de aire. Ante los gritos de angustia y desesperación de los prisioneros, el comandante Osmani Cienfuegos dijo: Mejor, así nos evitaremos fusilarlos'. Después cerraron la puerta y corrieron los cerrojos. El vehículo viajó durante once horas hasta llegar a su destino. Durante todo el tiempo que duró el trayecto, los prisioneros no dejaban de suplicar que se abrieran las puertas y se les permitiera respirar, pues habían llegado al punto en que se condensaba en el techo su propio sudor, que les caía encima en forma de gotas. Durante el trayecto hubo varias paradas, y en ninguna de ellas se abrieron las puertas de la rastra, a pesar de los gritos, lamentos y patadas que daban sus ocupantes. Cuando finalmente se abrieron las puertas, ya en el Palacio de los Deportes en La Habana, salieron los prisioneros tropezando y cayendo al suelo sin sentido. Nueve hombres habían muerto: Alfredo Cervantes, José Ignacio Macia, René Silva Soublette, José Millán, Santos Gil Ramos, Herminio Quintana, Moisés Santana, José Vilarello y Pedro Rojas".
**
Asuntos públicos, negocios privados.
Lo extraordinario no es que esta gente hable de censura, sino que se atrevan a pedir al común una ayudita (aportació mínima de 10 €, dicen) en pro de la llibetat d’expressió, con todo el dinero que esa televisión ha desviado desde los fondos públicos a los bolsillos privados de las productoras amigas.
Por ejemplo, el negocio autonómico de Jaume Roures y su Mediapro, con el que ha podido establecer la Sexta:
“Jaume Roures, periodista deportivo en la fundación de TV3, ha llevado a cabo, en estrecha complicidad con su compañero Tatxo Benet, dos importantes operaciones sólo contradictorias en apariencia. Primero la privatización de las retransmisiones deportivas de la televisión pública, fundamentalmente los partidos del F.C Barcelona. (…) Más sofisticada fue la nacionalización del equipo de fútbol: mientras el F.C.Barcelona pagaba una nómina a sus jugadores, TV3 les abonaba salarios extraordinarios en concepto de derechos de imagen. Así se hizo un equipo que llamaron el dream team y así acabó Jaume Roures, como representante, ya entre otras muchas cosas más, de un entrenador de esa época (y jugador célebre en el pasado) llamado Johan Cruyff. El dinero público está en la base de la fortuna de Roures y de los éxitos del equipo de fútbol”.
¿Qué sentido tiene pedir aportaciones para pagar esa multa, cuando tanto empresario nacionalista podría resolver esa minucia? Sencillo: se busca el refuerzo ideológico de los perjudicados por la colusión entre televisión pública y negocios privados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario