lunes, 19 de noviembre de 2007

De los efectos de la infección viral

Un tal Clemente Bernad perpetra en el Guggenheim Bilbao una exposición en la que pone frente por frente a víctimas y verdugos, en el mismo plano, con un equivalente respeto. Para justificar al tal artista, un crítico amigo escribe una reseña donde primero lo rodea del prestigio que necesitan los que pisan en falso: “La exposición nos conduce desde sus primeros trabajos con los jornaleros andaluces hasta su largo estudio sobre los movimientos sociales en la Venezuela de Hugo Chávez, pasando por su Crónica vasca, a la que ha dedicado 14 años”. Y después teoriza afirmando que una fotografía nunca es una mentira, como si una foto no fuese fruto de un encuadre, un punto de vista entre cientos posibles, una selección entre las muchas fotos tiradas.

Esta alma cándida no ha soportado la polémica. La familia de Miguel Ángel Blanco no ha dado el visto bueno para que se exponga una foto de su cráneo agujereado. Así que el crítico echa basura sobre esa familia que no se somete al Designio del Arte: “Después de escribir un pie de foto descriptivo, el autor, por educación y para evitar problemas legales, envió una petición cortés a la hermana de Miguel Ángel Blanco”.

No es honesto desde el punto de vista intelectual reprochar a alguien que escriba al pie de una fotografía "militantes independentistas" en lugar de "terroristas", sigue escribiendo este hombre infectado por el virus que afecta al País Vasco. Si estuviese en condiciones normales de salud quizá comprendería lo fundado de la crítica, por analogía, con esta simple transposición: “soldados alemanes” en lugar de “nazis”.

¿Para cuando una exposición descriptiva de fotos de soldados nazis conduciendo con una sonrisa al horno crematorio a un rebaño de judíos, junto a otras de los restos óseos de la cremación, cuya disposición en la sala no establecería ninguna jerarquía, ya que gracias a los dispositivos de acompañamiento de las fotos y a la complejidad propia de las creaciones contemporáneas, las fotos adquirirían en la lectura la construcción de un propósito, de modo que veríamos como una fotografía nunca es una mentira, pero que tampoco pretende ser ninguna verdad?

De la gravedad de la infección del propio Bernard baste esta frase: «Me enfrento al conflicto con ganas de comprenderlo», frase por cierto que desmonta las pamplinas del mentiroso crítico.

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