
Este sacerdote de la corrección política escribe un artículo titulado ¿Ellos y nosotros? para señalar la topografía del mal. Comenta un estudio banal, lleno de obviedades, palabras hueras y generosamente regado con dinero semipúblico, en el que
Del estudio que “supone un salto cualitativo en el conocimiento del tema”, se deriva un océano de obviedades del tipo: "En su proyecto migratorio (todo el artículo está trenzado con semejante fanfarria denominativa, ¡proyecto migratorio!) lo que les resulta más complicado es encontrar vivienda y trabajo; Expresan una amplia satisfacción con su estancia en Catalunya; vienen buscando un futuro mejor, para ellos y para sus familias; no expresan inquietud con relación a una adaptación lingüística que consideran imprescindible; los elementos que más valoran del país de acogida son sus buenos servicios públicos, sanidad en primer lugar, y después educación; sólo el 9% afirma que los vínculos familiares son mejores en Cataluña que en su país de origen, mientras que el 72% consideran que están peor, casi dos de cada tres inmigrantes manifiestan que quieren quedarse definitivamente en el país".
Otra ejemplo de estudio que describe no lo que piensan y sienten los inmigrantes, sino los deseos y prejuicios, apenas escondidos, de sus autores. La realidad, tanto al autor del artículo como a los del estudio, les importa un bledo, por lo que la sustituyen por charlatanería.
Aún así el articulista adivina una inquietante preocupación por el lado de los autóctonos (la inmigración no es positiva, es peligrosa, se asocia a delincuencia, a terrorismo) y eso no cuadra con el “nosotros” del título del artículo, por lo que busca culpables y los encuentra, con gran bufido de satisfacción, en la periferia del país, allí donde anida el mal: Badalona, Castelldefels y el político del PP asociado al mero fascista de Vic. Como el cura que amonesta desde el púlpito, este hombre es un desvergonzado hipócrita y acaba escribiendo una memez, más cercana al pensamiento mágico que al racional, impropia de un catedrático de ciencia política, aunque sea de
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Editorial de EP: Mientras el presidente venezolano no amenace a nadie con sus juguetes de guerra, está en el derecho soberano de su país de coserse bien un blindaje que si no es ofensivo -y los submarinos, en principio, no lo son- ha de ser asumible por todo el mundo, diga lo que diga Washington. Que se lo pregunten a Colombia, y de paso a los propios venezolanos.
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