Ficción y ruina. Las dos cosas que definen Berlín. Berlín es fruto de la emulación, una construcción tardía de los Hohenzollern, la dinastía prusiana que quiso tener su propio París. Por cualquier lugar por donde uno vaya ve una ciudad a medio construir, y no se trata sólo de enderezar la ciudad abatida por la guerra. Los alemanes llegaron tarde a disputar la hegemonía a franceses y británicos, pero la energía que les dio la ficción del nacionalismo fue temible (y mortal). De ello dan prueba las dos guerras mundiales. No sólo construyeron su propio imperio, también quisieron atesorar el mundo y al igual que los franceses el Louvre y los ingleses el Museo Británico, los alemanes levantaron una serie de museos con la rapiña de la antigüedad, por más que a cada momento te vayan explicando que tal o cual obra se trajo con el permiso de la autoridad del país indígena. Asombra el esfuerzo y la tenacidad que hizo posible el traslado del Altar de Pérgamo, la puerta de Isthar o la del mercado de Mileto. Los arqueólogos alemanes no quisieron tener muestras de diversas civilizaciones, quisieron arrancarlas enteras para guardarlas en los museos que levantaron junto al Spree. Pero, ¡ay!, todo lo hicieron demasiado deprisa, el traslado de las ruinas y la construcción de los contenedores. Utilizaron materiales demasiado frágiles, y al igual que el II Reich, que apenas d
uró 47 años, y el III, unos míseros 12, cuando debía durar mil años, las pomposas columnatas clásicas, los edificios imperiales, muestran bajo los desconchados su fragilidad, la necesidad de una continua restauración. Hasta el Berlín moderno que también quiere atrapar la ciudad futura, encargada a los arquitectos de más renombre, muestra su fragilidad de vidrio y acero. La Potsdamer Platz es su símbolo. Sony ha construido en su centro un conjunto de edificios coronados por una gran cúpula descentrada que en su gigantismo high tech ningunea a los individuos que pululan en su interior. El mismo inhumano defecto de los prusianos en Potsdam, de los arqueólogos que saquearon Oriente Próximo, de los nazis en su Nuevo Orden o de los comunistas con su muro de la vergüenza.
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Sarkozy concede una
entrevista a Liberation donde explica qué quiso decir con que
la pedofilia es genética.
- ¿Por qué declaró que la pedofilia es genética?
- No dije exactamente eso. Expliqué que no todo depende del aprendizaje, sino que una parte puede ser innata. ¿En qué proporción? No soy un sabio. Por ejemplo, cuando era niño, me sorprendía escuchar que, ante un niño homosexual, se decía: «Su madre se equivocó al dormir con él». Y cuando un niño era anoréxico, se decía: «El padre nunca estaba en casa». Y cuando
un niño era autista, se sentenciaba: «Sus padres se han divorciado y eso le provocó un 'shock'». Pero hoy se sabe que el autismo es genético. Creo que la sexualidad es también una identidad.
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"Los humanistas procuramos que nuestra conducta sea lo más decente, justa y honrosa que podamos sin esperar recompensa ni castigo en otra vida...", dijo el escritor
Kurt Vonnegut, que acaba de fallecer. Su gran novela sigue siendo Matadero cinco, escrita en plena guerra de Vietnam.
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