domingo, 7 de enero de 2007

Asesinados

Uno de los asesinados se llamaba Diego Armando Estacio Sivisapa, ecuatoriano de 19 años, sentía pasión por el fútbol y por el Barcelona y tenía una ilusión: comprar algún día un piso para vivir con su novia, Verónica Arequipa. El otro, Carlos Alonso Palate, también ecuatoriano de 35 años, enviaba a su madre, Basilia Seilena, viuda y ciega, una remesa mensual de 300 euros desde Valencia, donde trabajaba y residía. Ambos fueron primero desconocidos, luego desaparecidos sin nombre, por fin ecuatorianos, inmigrantes, con nombre propio.

Hay quien ha sido capaz de elaborar todo un discurso para hacer distinciones entre víctimas, buenas y malas, convenientes e inconvenientes, porque así valida un determinada política; y hay quien aún hace resonar esta vileza: ETA mata indiscriminadamente, como si en algún caso estuviese permitido matar.

Dos pregunta siguen siendo pertinentes después de tantos lustros, ¿cómo es posible que alguien piense que sus ideas son superiores a las de los demás, hasta el punto de matar por ellas?, ¿cómo es posible que siga habiendo políticos, periodistas y buena gente que prefieran sentarse a una mesa con asesinos en vez de enviarlos a la cárcel?

Y lo peor de todo. La sospecha bien fundada de que ETA estaba muerta y el proceso la ha resucitado. Y que si han vuelto los muertos, es decir, los asesinatos, ha sido para sacar provecho en la negociación. O eso creían, o eso les han permitido creer.

Y una observación. A todos esos que todavía siguen diciendo que hay que seguir negociando, muy bien, que lo sigan diciendo, y que lo hagan, pero que no cuenten conmigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que lo que está pasando en España con respecto al terrorismo, de ETA o de otros grupos de asesinos, es algo que cuando transcurra un poco más de tiempo diremos ¿qué estamos haciendo? ¿a qué estábamos esperando para ponerlo remedio? La sensación que tiene el pueblo llano es de impotencia y desasosiego frente a políticos malpagados que tienen como mayor preocupación la de salir a tiempo (o no) en una foto y elucubrar insultos frente a la oposición cada vez más teñidos de ofuscación, en vez de dar una respuesta blindada a los asesinos: Los muertos no deberían sumar positivamente en el marcador del equipo político contrario. Nuestra memoria es frágil y nuestro tiempo escaso. Mala combinación.