sábado, 30 de noviembre de 2019

Al pasar



1. "No te has puesto el sujetador", le dice entre dientes un español racial, con perilla, cuando pasan junto a mi mesa. La mujer, una morenaza típica, con falda de cuero y blusa de un solo hombro, ambas negras. Se le ve avergonzado y a ella cómoda aunque sumisa. Luego, por el acento me entra la duda, ¿sudamericanos, canarios?

2. "No mos volen", dice un señor mayor.
Y ella: "Calla, calla".
Y el otra vez: "T'ho dic, no mos volen".

3. Dos hombres en un banco, con una botella en la mano
- ¿Tú crees en la teoría de la evolución?
- Darwin, en realidad, habla de la teoría de la creación.
- ...
- Esos animales creados antes del hombre tuvieron su oportunidad...

4. De lado a lado, de acera a acera. Dos mujeres y compañía.
- ¡Ya estoy jubilada!
- ¿Cuántos años tienes?
- Hoy los cumplo, 65
- ¿Lo vas a celebrar?
- ¿Cuándo ha sido la última vez?
- Hay la zorra, la muy zorra...
- Je, je, je
- La zorra, la muy zorra...
- Je, je
- Pues los dos están muy buenos...

5. Dos en bici, un chico y una chica, antes de iniciar la bajada. Ella:
- Con la gente de pueblo puedes hablar. Hay que vivir en un pueblo
- ...
- Los de ciudad están abducidos

6. No se les oye una palabra de español, o muy raramente. Quizá consideran que es una lengua de pobres o de impotentes o de insignificantes. Cuando me cruzo con ellos en una ruta solitaria bajan la cabeza con tal de no saludar y si lo hacen, y con un Hello, es porque yo les he saludado primero. Cuando están en grupo chillan o levantan la voz, maleducados. Pensaran que el territorio no está habitado o que sus habitantes son los turistas o que no tienen habla o que son transparentes o que quizá no hay otro idioma en el mundo que el inglés.

7. Llegan a paso quedo, arrastrando los pies, como si se abriesen camino en la densa selva, buscan la mesa menos visible, la más apartada, cogen la comida de los expositores cuando hay menos gente, evitando la cercanía. Entro en el ascensor el primero para subir a las habitaciones, luego entran ellos, él y ella, se mueven incómodos, como encogiéndose para que entren algunos de los que siguen esperando, pero no entra nadie más. No se quedan en el Hall como el resto para hacer tiempo o para tener wifi. Negros africanos de vacaciones, tan distintos de los ingleses o de los americanos o de los instalados a la península, años de sumisión, la humillación actuando en su mente.

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