martes, 28 de junio de 2011

Día del Corpus


Esta invasión del espacio público: las calles céntricas, la plaza, el paseo principal, el aire. Unos potentes altavoces con mensajes redundantes, vacíos, ofensivos; la mezcla de autoridades electas y el clero, con sus añejas vestimentas al modo bizantino; las jóvenes vírgenes vestidas de novia, con el aleteo nervioso de las novicias, junto al hieratismo del estamento clerical, haciendo el paseíllo al corpus, al palio, a la jefatura eclesiástica y civil, con fondo de chirimías y tambores del himno nacional; el pueblo papanatas fotografiando y aplaudiendo. ¿Cuándo -indignados- seremos capaces de ridiculizar y hacer huir avergonzados a todos esos adultos y niñas exhibidas? ¿No habrá modo de que esa representación desaparezca, de que el PP distinga, de que se convierta en un partido moderno, aliviado de esas sombras? ¡Laicismo!

Ni siquiera queda la pompa, la seriedad, el misterio de la representación sagrada. Chirrían las admoniciones sonoras, la cámara de fotos en manos del estamento clerical, la agitación irrespetuosa de participantes y espectadores y sobre todo falta el silencio. La iglesia empezó a perder la magia de la que emanaba su poder cuando permitió que sus exhibiciones religiosas fuesen indistinguibles de la feria.

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