"Con la creación de la bomba atómica, los físicos conocieron el pecado, y este es un conocimiento que no pueden olvidar". Openheimer, contrario a la bomba de hidrógeno, tras ser el director de Los álamos donde se construyó la primera bomba atómica.
A los campeones de ajedrez les llamamos grandes maestros. Consideramos que su capacidad intelectual es superior porque combina el cálculo con una intuición que les singulariza hasta el punto de que lo suyo, decimos, no es técnica sino arte. En Oriente hay un juego milenario donde esas facultades son superiores, el go. Un tablero de 19 por 19 frente al 8 por 8 del ajedrez. La combinatoria del go es abismal. Con más motivo, a los jugadores del go también se les llama maestros y artistas. En 1997 Kaspárov, probablemente el más grande ajedrecista conocido, fue derrotado en cinco partidas por Deep Blue, de IBM. En 2016 le tocó el turno al go. Se enfrentaban el campeón mundial, el coreano Lee Sedol, y el programa AlphaGo de Deepmind (Google).
El último tercio de Maniac está dedicado a esta historia. Es apasionante. No despegué los ojos hasta terminar. La titánica historia de la inteligencia humana, representada por Kaspárov y Lee Sedol, hasta ahora indiscutible, contra máquinas creadas por el hombre, insensibles, incansables y sin conciencia de lo que están haciendo. Kaspárov tardó en recuperarse después de haber sido barrido del tablero. Fue una acontecimiento mediático que Lee Sedol ganase la cuarta partida de cinco. Antes de eso se consideraba que anticipar los movimientos posibles dentro del ajedrez estaba al alcance de una gran potencia de cálculo, pero las combinatoria en el go es tal que no hay espacio en el universo para escribir su secuencia. La inteligencia humana no solo es cálculo, se decía, hay algo más en nuestro modo de percibir el mundo que las máquinas no pueden alcanzar, lo llamamos arte.
Demis Hassabis, niño prodigio del ajedrez, londinense de ascendencia chino chipriota, consiguió el título de maestro a los 13 años. Su ambición era mayor que conseguir el título del campeón mundial. Tras formarse en neurociencia creó DeepMind con la idea de superar a la inteligencia humana (IAG). AlphaGo era el primer paso: derrotar a las inteligencias más descollantes de la humanidad. Entrenándola con la memoria histórica de las partidas entre humanos, combinando potencia de cálculo y redes neuronales, AlphaGo consiguió derrotar a Lee Sedol en un famoso evento en Seúl. AlphaGo movía las piezas de maneras que parecían ridículas e infantiles, risibles para los conocedores del go, hasta la jugada definitiva, igualmente imprevisible. Lee Sedol, admirado por su impulsividad e imprevisibilidad, cuando ya se daba por vencido en la cuarta partida, halló una rendija en la defensa de AlphaGo y lo derrotó. Las cosas volvieron a su cauce en la quinta partida. Como Kaspárov, Lee Sedol no tardó en abandonar el juego por el que se había convertido en una celebridad en Oriente. Pero Demis Hassabis tampoco estaba satisfecho. Pensó que el sistema de la inteligencia humana tenía un límite. Desmanteló AlphaGo y creo una nueva inteligencia a partir de cero, una inteligencia puramente digital que aprendiese por sí misma: AlphaZero. Tras las históricas partidas contra los campeones humanos, los juegos de inteligencia quedaron en manos de máquinas. En 2017, StockFish 8 era el campeón de ajedrez por computadora. AlphaZero tan solo necesitó conocer las reglas del juego y cuatro horas de entrenamiento jugando contra sí mismo para derrotar a Stockfish 8. Desde entonces, la inteligencia artificial y la humana siguen caminos paralelos. Todos estamos al tanto de lo que ha ocurrido este último año con la explosión de la IA: Chatgpt y compañía.
Benjamín Labatut se fija en la más portentosa inteligencia del siglo XX, el húngaro John von Neumann, para narrar el último capítulo de la historia de la inteligencia humana. Von Neumann comenzó siendo matemático - el 'arma matemática', le llamaban- para desparramar su inteligencia por todos los campos de la ciencia y la tecnología. Mediante artículos y libros, hizo aportaciones sensacionales a la mecánica cuántica, a la física nuclear, a la teoría de juegos, que inventó prácticamente, creó la arquitectura en la que están basados los ordenadores y dio los primeros pasos sobre inteligencia artificial y máquinas autorreplicantes.
Las dos primeras partes de Maniac son una especie de biografía intelectual y humana del matemático húngaro, tomando como narradores a la gente que lo conoció. Se nos muestra a un individuo sobrepasado por su inteligencia, una personalidad neurótica no del todo consciente de las consecuencias de sus descubrimientos, respondiendo al tópico de individuos con una facultad sobrehumana que se desenvuelven mal en los asuntos mundanos. Se conoce mejor la trascendencia de los hallazgos de von Neumanm leyendo la extraordinaria biografía que le dedica Ananyo Bhattacharya. La ambición de Benjamín Labatut es mayor, aunque frustrada. Estamos en una fase, puede que terminal, de la pugna entre dos inteligencias, la biológica y la digital. No sabemos cómo va a acabar. Labatut plantea la cuestión. ¿Qué sucederá en un mundo donde a la inteligencia artificial (LLM), que consume cantidades atroces de energía y agua, se le ha desconectado del mundo, un mundo que no representa hechos o cosas, sino intercorrelaciones estadísticas? ¿ Para ir a dónde? Por cierto, la IA es imbatible en el ajedrez o en el go, pero es incapaz de dar una patada a una pelota.
La invención más creativa de la humanidad, escribe Labatut, surgió exactamente al mismo tiempo que la más destructiva. La bomba h y el ordenador. Von Neumann está en el origen de las dos.
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