lunes, 13 de febrero de 2023

Madoff, una lección no aprendida

 


Hay gente que se hace inmensamente rica a partir de nada. Algunos llegan a la cumbre con discreción. Otros exhiben su poder de compra, coleccionan objetos valiosos, casas yates aviones particulares propiedades amantes. Los media se apoderan de su imagen y ayudan a la exhibición, incluso de los discretos. En lo alto de la pirámide creen disponer del rayo de Júpiter para destruir o levantar sueños utópicos. Incluso sueñan con gobernar el mundo porque su palabra es tan sabia como el capital acumulado. Parecida pulsión destructiva/constructiva se apodera de quienes les envidian. Los admiradores querrían ser como ellos o colaborar con ellos. Quienes no tienen poder para destruirlos los odian en secreto.


Bernard Madoff (1938- 2021) ha sido el mayor estafador de la historia moderna. Fue un asesor financiero de Wall Street que mediante un esquema Ponzi estafó 65.000 millones de dólares a sus clientes. Esa era la cifra que mediante supuestas inversiones constaba en la cuenta de sus clientes. En realidad lo que éstos habían depositado en sus cuentas eran 29.000 millones. Tenía sus oficinas en dos pisos de un lujoso rascacielos de Nueva York. En el piso 19 hacía inversiones legales para un tipo de clientes. En esa planta trabajaban su hermano sus hijos y gente de confianza. En el piso 17 sin embargo se gestionaban las cuentas de grandes adinerados que habían confiado sus capitales a Madoff como asesor personal de finanzas sin tener título legal para ello. El dinero que entraba no lo invertía en ninguna parte. Madoff hacía con él lo que le daba la gana. Si alguno quería rescatar su cuenta, Madoff lo cogía del dinero de nuevos inversores. Las retiradas del capital las cubren, sin saberlo, los nuevos inversores. Eso es un esquema Ponzi. En esa planta Madoff tenía empleados al mando de su asistente Frank DiPascali, que ocultaban sus manejos, creando informes comerciales falsos. Los de la planta 19 no sabían qué ocurría en la planta de abajo.


Durante años a Madoff le bañaba la luz dorada del triunfador. Ofrecía una rentabilidad que nadie más podía igualar. Ricos y famosos le ofrecían su dinero para que lo hiciese crecer. Con Madoff ganaban los grandes inversores con capacidad de chantaje para desmontar su chiringuito. Hubo analistas que se dieron cuenta de que lo que Madoff ofrecía era imposible de obtener. Escribieron artículos y enviaron información a los reguladores bursátiles para advertirles y que iniciaran investigación. Las advertencias cayeron en saco roto. La estafa, ante los ojos ciegos de los reguladores, duró muchos años, desde los 80 hasta 2008. Tuvo que llegar la Gran Recesión del 2008 para que los atemorizados inversores quisiesen rescatar el dinero que habían entregado a su inversor de confianza. El esquema Ponzi dejó de funcionar: los trescientos millones que Madoff tenía en caja no llegaban a los miles de millones que le pedían. Todo se vino abajo. Confesó la estafa a sus hijos. Estos para no aparecer como cómplices tuvieron que denunciarlo. Lo detuvieron, confesó, hubo juicio, lo condenaron a 150 años. Los media sometieron a un acoso terrible a la familia. Uno de los hijos se suicidó; otro murió de cáncer al poco tiempo; la mujer de Maidoff perdió todo lo que tenía, vivía con un par de maletas en un coche, también murió de cáncer. El propio Madoff falleció en prisión. Otros corrieron una suerte parecida: Thierry Magon De la Villehuchet, un comercializador de fondos que ponía en manos de Madoff se suicidó; el ayudante principal, Frank DiPascali, también murió de cáncer antes de escuchar la sentencia. La liquidación de la asesoría de Madoff hizo rico al abogado liquidador, arruinó a la mayor parte de los inversores ,(fondos de Spielberg, de Eli Wiesel, de asociaciones judías que confiaron en un judío como ellos, y particulares) y dejó sin pena a los colaboradores necesarios en la estafa (bancos y empresas de consultoría) y a los grandes fondos con capacidad de chantaje que hicieron como que no veían.


Oímos obedientes crédulos sumisos a la Autoridad, confiamos en el sistema, sin embargo, nos están engañando todo el rato. Lo peor de todo es que creemos que 'los nuestros' no nos engañan, por eso el sistema sigue funcionando.


¿Para qué queremos el dinero? ¿Para qué queremos hacernos ricos? Los ricos se llenan de objetos valiosos. Más importante aún, un aura dorada les envuelve. Levitan, apenas tocan el suelo cuando salen de un lugar para ir a otro. Pero ¿qué sucede cuando ese globo, aparentemente inmaterial, explota? Hay un reducto intangible difícil de preservar si uno se expone continuamente a los focos. Quien se expone demasiado se oferta como mercancía. Se adjetiva, adelgaza su sustancia. Fulanito es rico, fulanito es inmensamente rico. Cualquier adjetivo vale en la pendiente de la degradación.


Este asunto se expone en un documental en cuatro capítulos en Netflix.





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