Ve y zambúllete en el sereno mar de la unidad espiritual,
Ve y lava tu alma en la transparencia de la meditación.
Sumérgete en la profundidad de la Unidad, Aléjate de las
súbitas olas del mundo dual y de las aguas salobres de la diversidad.
Vasishtha- Yoga
El principio del karma surgió en la tradición brahmánica hacia el siglo V a.n.e. Su significado se refería a ejecutar bien la mecánica de los rituales a fin de que estos funcionasen. Evolucionó hacia la idea de que todas las acciones tienen consecuencias morales, lo que significa que las personas ven correspondidas sus acciones, el bien con el bien el mal con el mal. Los budistas extienden su significado: el karma es resultado del pensamiento no solo de la acción. Las intenciones, la pureza mental y espiritual son más importantes que los actos. La rectitud del karma determina la naturaleza de tu reencarnación.
¿Cómo afecta el pensar del hinduismo a la vida cotidiana de los indios? Hay dos aspectos que afectan a la vida de las personas, las reglas impuestas o aceptadas que afectan al orden social y cósmico y el margen de vida interior que conquistamos o preservamos para tener una vida propia. En la India hay dos conceptos que ilustran esos dos aspectos, dharma y karma.
He de admitir, si soy sincero, que desconozco si existe una vida interior en la vida de los indios. Puede que no exista o es impenetrable. Aunque podría decir lo mismo de la vida interior de un occidental. Qué sé yo de mis congéneres, qué poco sé de mí mismo sino que voy borrando lo que no me gusta. En la religión, en el arte y en la poesía detectamos la vida interior. Visitamos templos llenos de gente, vemos imposiciones de cenizas en la frente, bendiciones de fuego, procesiones de vivos y muertos. En cada caso, todo parece exterioridad; imposible atisbar algo más que la rutina de los rituales. Tampoco en las conversaciones con los indios se adivina otra cosa que repetición y comentario. Visitamos un ashram, recibimos un masaje ayurveda, oímos explicaciones en una cooperativa de esencias naturales. No puedo distanciarme de mi mirada curiosa y foránea. Los meditantes del ashram me parecen de cartón piedra. Este comentario tendría valor si yo mismo hubiese pasado una temporada en uno de ellos, pero no siento la necesidad, no me atrae. He pasado largas temporadas en monasterios, una en uno benedictino en los Alpes. Escruté en la apariencia la vida interior de los monjes, mi propio proceso, lo fácil que es autosugestionarse. Sé que existe el despojamiento y la escalada hacia cumbres insospechadas pero contarlo es una perversión, un indicio cierto de que no ha ocurrido lo que se cuenta. Así que cuando se habla de espiritualidad, las palabras vuelan hacia la nada. Tienen razón los gurús que imponen silencio.
Entonces, ¿qué son el dharma y el karma? A pie de calle, uno tiene la impresión de que será atropellado si intenta cruzar al otro lado, que los semáforos, sí existen, no se respetan, que cada uno circula por donde le da la gana, el aparente desorden y la falta de reglas en la circulación. Una tarde, cuando las pocas luces de la ciudad india se estaban encendiendo, desde lo alto del quinto piso de un hotel, contemplé atónito durante varios minutos la circulación en un cruce de varias calles: el orden que subyacía al aparente caos. Coches motos bicis personas atravesaban el centro de una rotonda que no existía, en direcciones que no debían haber tomado, pero eran esquivados, rodeados, incluso el grueso de los vehículos se detenía en una calle para dejar paso al grueso de vehículos que venía de otra calle, turnándose, efectivamente, en un caos ordenado.
El dharma es la manifestación del orden cósmico en nuestras vidas. Todo está interrelacionado. Nuestras acciones son relevantes en todos los aspectos, individual, social e incluso cósmico para que el mundo mantenga un correcto orden. Los individuos eligen obedecer al dharma en cada acto que realizan en el camino que lleva a la perfección y a la felicidad porque de ello depende el buen o el mal karma que influye en los ciclos de vida de cada individuo. Seguir el dharma es una necesidad para que el karma sea positivo y haya recompensas futuras. Si hay algo que unifica a las religiones de la India es el dharma: palabra sánscrita que significa “religión”, “ley natural”, “orden social”, “conducta adecuada” o “virtud”.
Uno estaría tentado de pensar que la religión hindú surgió como necesidad para ordenar la complejidad social, para ordenar el caos, al mismo tiempo que se establecían las castas. El dharma y el karma se confunden en la vida ordinaria, en una suerte de fatalismo resignado: uno va al médico porque cree que se trata del karma; si alguien sufre es solo el karma; el estereotipo del indio espiritual, pobre pero feliz. El fatalismo, señala Julian Baggini en Cómo pensar el mundo, supone un obstáculo para el incremento de la justicia social. El efecto más pernicioso de la cosmovisión kármica es la forma en que ha sido utilizada para apoyar el rígido sistema de castas en la India. Los Vedas hablan de cuatro varnas (la palabra casta no es un término indio): brahman o sacerdote, vaisya o gobernante, ksatriya o artesano, sudras u obreros; está implícita una quinta varna, los que no encajan en las otras cuatro, los dalit o intocables. Hacia el siglo VI d.n.e, siguiendo una interpretación rigorista de las escrituras se puso fin a la mezcla y cruce entre castas con la prohibición del matrimonio entre ellas. ¿Idealizamos la espiritualidad India tratando de superar el materialismo occidental que no nos gusta? ¿Perderán los indios su sesgo fatalista a medida que abracen la idea de poder realizar su potencial individual en este mundo, no en el siguiente? Tengo la impresión de que la religión y la vida para un indio están tan intrincadas que son indiferenciables.
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