miércoles, 29 de diciembre de 2021

Succession 3

 



Succesion es una de esas series cuyas nuevas temporadas no aportan nada a las anteriores. Como tiene un público atrapado estira el chicle todo lo que puede para que no abandone. ¿Que tiene para que un público fiel le siga? Se parece a cualquiera de esos programas tardolientos de Telecinco en el que un grupo de personas habla y hablan mientras dura la sesión sobre otras personas, de quienes sacan los trapos sucios, en general ausentes aunque no necesariamente, y que entre ellos mismos con lenguaje soez y arrabalero hacen lo posible por desacreditarse hasta la humillación. Siendo la exhibición de almas podridas la mitad del éxito del programa, la otra mitad es la de espectadores aburridos y desocupados que esperan que la vida les ofrezca algún tipo de venganza, aunque sea simbólica, en cabeza ajena para compensar la inanidad de sus vidas.


Si en Telecinco las almas a destrozar son las de famosillos, en la serie de HBO se muestra la facha de superricos, una familia de magnates de medios de comunicación, el pater familias y cuatro hijos, más un montón de moscardones que vuela alrededor. Quizá tenga algo que decir sobre nuestra época que en esta y otras series parecidas se vehiculen sentimientos negativos, en comparación con el ternurismo, la compasión y el amor que nos atraían del cine clásico y la televisión del siglo XX, o quizá no, no lo sé.


Lo más interesante de la serie, y quizá explique su éxito entre los enterados, es su posmodernismo: no hay verdadera trama, una historia que contar, entre un episodio y otro no suceden cosas que retener para no perder el hilo, sino solo cháchara autodestructiva, algo parecido a lo que sucede en los matrimonios cuando ya no queda nada del pegamento inicial salvo quizá cierta preocupación por los hijos y un patrimonio difícil de repartir o gestionar. Hay algo más positivo, su concepción escenográfica, la cámara como los personajes no para de moverse: del mismo modo que los personajes están hechos de fragmentos mal ensamblados, los lugares por los que deambulan, muchos exteriores, a pesar del lujo, sin gusto, no son espacios para quedarse. Están inquietos, a disgusto en cada lugar, siempre en transición hacia ningún sitio. Drones cenitales, cámaras en movimiento, negros furgones en fila india, yates, helicópteros, no importa las imperfecciones, las tomas borrosas, los planos desfavorecedores, los personajes mal vestidos, sin afeitar o desgreñados, casi siempre de pie o caminando, al contrario, todo contribuye al espectáculo de la degradación, del desmoronamiento. La temporada acaba en el capítulo nueve como podía haber acabado en el cinco o en el tres. Uno podría pensar que lo que se nos muestra es basura y así es, sin embargo la serie no es basura: muestra con crudeza el estado de nuestra alma, a un lado y otro de la pantalla (no todo es así en el mundo, por supuesto, pero es eso lo que nos divierte), no necesitamos que un arqueólogo del futuro venga a desenterrar un pecio del ahora para decirnos como éramos.



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