El punto de partida de Papicha, la película argelina (sí, se hacen películas en otros países de los que poco sabemos, y son buenas) del 2019 pero estrenada ahora, es radicalmente diferente al de Shtisel, la serie israelí hecha entre 2013 y 2015. La protagonista no es una comunidad religiosa autosuficiente sino una mujer, Nedjma, de 18 años, todo vitalidad que quiere hacer su vida con independencia de las condiciones de guerra civil que vive su país. En medio de la guerra sin cuartel entre los salafistas que matan indiscriminadamente a la población (a su propia hermana) y el ejército que sitia literalmente a la gente en barrios de los que la impide salir, Nedjma se las arregla para salir de noche y acudir a fiestas y discotecas. Nedjma estudia en una escuela de moda y su empeño es celebrar un desfile con sus amigas. Para ello, con una voluntad por encima del contexto de hacer una vida libre en Argelia, lucha contra todos, contra las salafistas que entran en el taller estilista y se lo destrozan, contra su novio que le pide huir a París para tener una vida normal, contra su profesora que no quiere enfrentarse al peligro, contra sus mismas amigas dispuestas a ceder ante sus novios a la menor amenaza, contra el machismo de la sociedad. Con fuerza arrolladora, se entrega a la libertad de diseñar, de colorear, de mezclar telas, trata de demostrar que la libertad se conquista. Una santa laica. No hace falta imaginar como acaba todo.
La protagonista absoluta es una irresistible -ocupa la pantalla entera- Marwan Zeghbib. Es una película de mujeres, directora (Mounia Meddour), protagonista, actrices, como si la idea fuese que al islamismo radical solo lo pudiesen derrotar las mujeres, y es posible que así sea.
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