Si comparase esta película con Joker, las dos del mismo año (2019), aunque la aquí titulada Un amigo extraordinario solo ahora estrenada, muchos me dirían, amos anda, dónde vas a parar. Nuestra percepción, las ideas derivadas y los anclajes ideológicos están todavía por conocer cómo se producen y qué consecuencias tienen para influir en nuestros juicios morales y estéticos. Seguro que hay componentes biológicos, crianza y medio en la conformación de nuestra mente como a modo de tentativa señalan los neurólogos (leer Compórtate de Sapolsky ayuda a comprender algo de la cuestión). Joker y A Beautiful Day muestran aspectos de las personalidades sufridoras del Homo Sapiens. El Arthur Fleck de Joaquin Phoenix y el Lloyd Vogel de Matthew Rhys representan de algún modo las dos tipos de reacciones contrapuestas del Sapiens ante el medio hostil en el que crecen: el primero culpa a la sociedad de su malestar interior y dirige su ira contra ella, el segundo interioriza los problemas; el motor del primero es el resentimiento, el del segundo la ira contenida. Para Joker lo social es el origen y la solución; para A Beautiful Day es en el propio individuo donde se han de encontrar las respuestas. Las naciones, miremos adonde miremos, aparecen divididas por la mitad, con importantes posiciones intermedias, cuando se hacen prospecciones sobre lo que la gente piensa o cuando se toma el pulso electoral. En estas dos películas están representadas esas dos mitades. El peso mediático o cultural que ahora mismo tienen cada una de esas dos mitades se refleja en el eco que una y otra película han recibido. Creo que las dos son buenas películas pero que la segunda no ha tenido la atención que merece. Es significativa la importancia que tiene el medio audiovisual en ambas. A Beautiful Day in the Neighborhood está basada en un personaje mediático de la tele americana que protagonizó Mister Rogers' Neighborhood durante muchos años, entre 1961 y 2001, y Arthur Fleck (Joker) está obsesionado con otro programa de la tele en el que le gustaría actuar para mostrar sus dotes cómicas, lo que señala la importancia que concedemos a lo audiovisual como conformador de la percepción y fijación de ideas.
A tono con el modo de ver el mundo de una y otra, la película de Todd Phillips es más escenográfica, operística incluso, espectacular, con mucho juego de luces y sombras, mucho escenario, público y acción, la de Marielle Heller, más intimista, concede la importancia decisiva a los actores en escenarios domésticos, incluso cuando se rueda en el plató. No es que Joaquin Phoenix no estuviese bien, lo estaba, pero creaba un personaje, un clown, y Robert de Niro no matizaba especialmente el suyo como para retenerlo como uno de sus mejores papeles. Matthew Rhys y Tom Hanks son personas concretas, individuos reconocibles aún cuando el Fred Rogers de Tom Hanks aparezca con un aura de santo laico.
Pocas veces me sucede, he visto la película dos veces, es verdad que subtitulada y no quería perderme los matices, pero sobre todo porque ver A Beautiful Day in the Neighborhood es una sesión de terapia. Terapia es la que Fred Rogers pacientemente brinda a Lloyd Vogel y terapia es la que Marielle Heller te ofrece si te animas a ver su película. Yo que tú no me la perdería.
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