viernes, 17 de abril de 2020

Orígenes, de Lewis Dartnell



¿Qué sería del hombre sin una vivienda? Lo estamos comprobando estos días donde el entorno prácticamente se ha reducido al pequeño espacio donde nos podemos mover. Nos condiciona. Determina nuestros movimientos pero también nuestra manera de concebir la realidad. Si ampliamos el enfoque esa vivienda se llama Tierra. En la historia de la Tierra el periodo actual donde la humanidad ha prosperado es un pestañeo. Ese pestañeo es el Holoceno, apenas 11.700 años, el último periodo postglacial, durante el que se han desarrollado los episodios que han dado pie a la afirmación de la civilización tal como la conocemos: el sedentarismo, la agricultura, la urbanización y las sucesivas revoluciones hasta llegar a la tecnológica actual. Sin el calentamiento que ha sucedido a la última glaciación, la civilización no hubiese sido posible. Los últimos 2,6 millones de años de la vida de la Tierra son una sucesión de largos periodos de intenso frío con formación de amplios y anchos casquetes de hielo (unos 100.000 años), alternados con breves periodos postglaciales (de unos 10.000 años) en que el ascenso de la temperatura, la retirada del mar y la consiguiente emersión de las tierras continentales han favorecido la vida compleja. Sin la acción humana sobre la Tierra (consumo de energía fósil y expulsión a la atmósfera de dióxido de carbono) probablemente estaríamos cerca de comenzar un nuevo ciclo. Igualmente, este periodo cíclico de largos inviernos y breves veranos es un pestañeo comparado con la larga historia geológica. Hemos de remontarnos 5 millones atrás para que apareciesen los homininos en el Valle del Rift, en África Oriental, la rama humana del árbol evolutivo, tras separarnos del resto de los primates; 50 millones de años para que la Tierra viese aparecer a los primates y los ungulados gracias a un máximo térmico de origen biológico, entre el paleoceno y el eoceno, en un breve lapso de unos 10.000 años; 150 millones para que se formase el petroleo en los fondos oceánicos, tan imprescindible para sustentar nuestro modo de vida actual; 350 millones para que en las cuencas del antepaís bajo las grandes cordilleras se formase el carbón con el que se inició la revolución industrial y 500 millones para que la vida animal surgiese en la Tierra.


Han tenido que darse una serie de circunstancias para que todo eso sucediese. La distancia al sol, la composición de la Tierra, la variación climática según los ciclos descubiertos por el matemático serbio Milankovitch como consecuencia de las variaciones orbitales (la excentricidad de la órbita, la oblicuidad y la precesión en el eje de rotación) y, quizá por encima de todo, la tectónica de placas. A lo largo de su historia la masa oceánica y la continental se han ido formando y deformando de distintas maneras, creando una única masa continental o continentes separados, enormes cordilleras y cuencas, océanos profundos y someros, tierras agrupadas en torno al ecuador o junto a los polos. El clima ha ido variando de forma espectacular según las circunstancias, el régimen de vientos, las corrientes oceánicas. La vida en la Tierra se ha ido adaptando, apareciendo y desapareciendo, transformándose. La aparición del homo sapiens es un milagro, un puro azar, un pestañeo, como digo, en esa compleja historia. Las civilizaciones han surgidos en los bordes de las placas, se han aprovechado de los fenómenos del clima. Estamos constituidos de la materia de la tierra (agua, carbono, sal, calcio, hierro, azufre), pero nada nos asegura que la vida de nuestra especie sea más duradera que la de otras especies de homininos o de géneros enteros que colonizaron durante millones de años la tierra y que han desaparecido por completo.

El libro de Dartnell, Orígenes, Cómo la historia de la Tierra determina la historia de la humanidad, explica cómo ha sido posible la emergencia del homo sapiens, cómo hemos llegado hasta aquí, qué condiciones se han tenido que dar, que ha sucedido en la tierra para que eso haya sido posible. Lo explica de tal modo, dentro de la facilidad británica para la divulgación, que se lee con enorme interés y disfrute.


2 comentarios:

fern dijo...

Hola. Gracias por su reseña. Este es el tipo de conocimiento fundamental que todos deberíamos tener.
Al buscar este libro he descubierto que el mismo autor tiene otro titulado "Abrir en caso de apocalipsis – Guía rápida para reconstruir la civilización", que por razones obvias me ha interesado al instante. Todos nos hemos preguntado cuanto sabríamos resistir fuera de nuestro sistema y en las circunstancias actuales nos damos cuenta de lo frágil que es todo, aunque algunos ya nos lo imaginamos.

Toni Santillán dijo...

Efectivamente, un libro muy apropiado para este tiempo.