martes, 4 de febrero de 2020

Verdades del corazón


¿Por qué resulta tan difícil combatir a los populistas? No por las crudas mentiras que solo sirven a los fans que ven en ellas triquiñuelas o trampantojos al servicio de un bien mayor, de una verdad auténtica, superior a la espuria fidelidad a los hechos, que ni el populista se molesta en reafirmar cuando le dicen que no es verdad lo que dice, sino por sus medias verdades que atraen a buena parte de sus seguidores y desconciertan a sus críticos, inermes para desacreditarlas pues incluso admiten la parte de verdad que hay en ellas, y que están al servicio del poder al que se subordina todo lo demás, porque ellos mismos, los críticos, a menudo hacen lo mismo. Lo que hace realmente dañinos a los populistas es la mezcla de medias verdades y falsificaciones a medias, sentidas como verdades del corazón, presentadas con franqueza al servicio de una verdad superior a los hechos sueltos e inconexos del día a día. El populista no es el dictador que con la rudeza del poder explícito se impone sin contestación, el populista pone la democracia a su servicio. En su concepción utilitaria, la democracia no va de representación de intereses diferenciados y contradictorios ni de rendición de cuentas, sino que es un formalismo para acceder o mantenerse en el poder. Así ven al populista Iván Krastev y Stephen Holmes en La luz que se apaga:



Erraríamos si pensásemos que esto vale sólo para Trump, los demás populistas funcionan de una forma parecida.

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