Me
ha decepcionado Dark
Waters,
mucho. Soy
un seguidor casi incondicional de Todd Haynes, comparto su
sensibilidad. Salí emocionado de sus Carol,
Mildred Pierce o Lejos del cielo.
Creo que de los directores actuales es el que tiene mejor mano para
los melodramas, es
verdad que en
cada caso contó con actrices a las que modeló a la perfección,
Cate Blanchett, Kate Winslet y
Julianne Moore. No
he visto Iluminada,
con Laura Dern. También
me han emocionado sus musicales, I'm
Not There y
Velvet Goldmine,
menos el dedicado a Stephen
Sondheim.
Pero estas Aguas
oscuras
no funcionan, quizá sea un trabajo de encargo, no sé, la historia
no está bien contada, el guion, sobre la querella que un abogado
planteó contra la compañía química Dupont, por la contaminación
del teflón, que duró años y sin un
fallo
concluyente, es aburrido y los actores no entran en el juego. Todd
Haynes no parece dotado para la acción o
quizá no creía en la historia mientras la rodaba.
Judy
es otra cosa, es una película de actor, de actriz en este caso,
Renée Zellweger. No sé cuánto hay del original en esta historia
del último año de la vida de Judy Garland, de sus conciertos en
Londres, en 1968, a los 47 años, cuando para Hollywood era un
juguete roto. Hay algunos flashback para explicar cómo ha llegado
hasta ahí, escenas con sus hijos, a
los que abandona,
antes de llegar a Londres, con el ex
marido,
con su nuevo amante, pero es como si todo fuese relleno, adorno,
porque lo único que de verdad cuenta es Renée Zellweger. Ocupa toda
la pantalla, como
se suele decir, casi
cada plano, de principio a fin, la historia es ella, imanta,
emociona, se mete de tal modo en el personaje, lo recrea con una especie de ausencia de sí misma, de abandono, como si en el cuerpo
de la cantante que habla, ríe con tristeza y canta no hubiese nadie,
como si la que una vez lo habitó ya no estuviese allí,
y al espectador no le queda otra que entregarse o abandonarla a su
suerte. Una creación. De esas películas que sabes antes de entrar
en ellas que entras para sufrir o que el placer de verla consiste en
ver cómo sufre el personajes o como es capaz la actriz de
representar la angustia y el dolor.
George Steiner.
George Steiner.
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