miércoles, 5 de febrero de 2020

Aguas oscuras y Judy



Me ha decepcionado Dark Waters, mucho. Soy un seguidor casi incondicional de Todd Haynes, comparto su sensibilidad. Salí emocionado de sus Carol, Mildred Pierce o Lejos del cielo. Creo que de los directores actuales es el que tiene mejor mano para los melodramas, es verdad que en cada caso contó con actrices a las que modeló a la perfección, Cate Blanchett, Kate Winslet y Julianne Moore. No he visto Iluminada, con Laura Dern. También me han emocionado sus musicales, I'm Not There y Velvet Goldmine, menos el dedicado a Stephen Sondheim. Pero estas Aguas oscuras no funcionan, quizá sea un trabajo de encargo, no sé, la historia no está bien contada, el guion, sobre la querella que un abogado planteó contra la compañía química Dupont, por la contaminación del teflón, que duró años y sin un fallo concluyente, es aburrido y los actores no entran en el juego. Todd Haynes no parece dotado para la acción o quizá no creía en la historia mientras la rodaba.


Judy es otra cosa, es una película de actor, de actriz en este caso, Renée Zellweger. No sé cuánto hay del original en esta historia del último año de la vida de Judy Garland, de sus conciertos en Londres, en 1968, a los 47 años, cuando para Hollywood era un juguete roto. Hay algunos flashback para explicar cómo ha llegado hasta ahí, escenas con sus hijos, a los que abandona, antes de llegar a Londres, con el ex marido, con su nuevo amante, pero es como si todo fuese relleno, adorno, porque lo único que de verdad cuenta es Renée Zellweger. Ocupa toda la pantalla, como se suele decir, casi cada plano, de principio a fin, la historia es ella, imanta, emociona, se mete de tal modo en el personaje, lo recrea con una especie de ausencia de sí misma, de abandono, como si en el cuerpo de la cantante que habla, ríe con tristeza y canta no hubiese nadie, como si la que una vez lo habitó ya no estuviese allí, y al espectador no le queda otra que entregarse o abandonarla a su suerte. Una creación. De esas películas que sabes antes de entrar en ellas que entras para sufrir o que el placer de verla consiste en ver cómo sufre el personajes o como es capaz la actriz de representar la angustia y el dolor.

George Steiner.



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