domingo, 9 de febrero de 2020

El desastre demográfico ruso



Da un paso el tiempo y el lugar donde antes estabas se convierte en ficción. Lo que ocurrió lo recordamos o alguien nos lo recuerda o lo dejamos en manos de profesionales que nos lo hacen ver a su manera. La historia en un cuento que alguien nos cuenta con mayor o menor fidelidad. Un ejemplo. Creemos que en la Guerra fría no hubo combates, sangre o muertos. Los hubo. Ivan Krastev y Stephen Holmes, en La luz que se apaga, nos recuerdan que cuando los sistemas colapsan, como ocurrió con el comunismo en 1989, muere gente “de manera tan inexorable como en una guerra a fuego”. En la década de los 90, la etapa inmediatamente posterior al colapso, la esperanza de vida, tanto de la antigua URSS como de los países del Este de Europa cayó en picado. En Rusia entre 1989 y 1995 hubo entre 1,3 y 1,7 millones de muertes prematuras; la esperanza de vida cayó de 70 años en 1989 a 64 en 1995. Suicidios, abuso de alcohol y drogas y enfermedades cardiovasculares y hepáticas estarían entre las causas. Con estos datos se entiende  algo mejor a Putin y su política de ficción, es decir, sustituyendo la realidad por mentira y manipulación.


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