viernes, 14 de febrero de 2020

Amenábar y Garci



Mientras dure la guerra

La caracterización, Franco, Unamuno, Millán Astray, Carmen Polo, por muy lograda que esté, si es un fin en sí misma, es un recurso que se agota pronto, no vale una película. Así que con qué me quedo. No sé si es la escena a retener de esta película dispersa, sin un asunto central, pero para mí lo ha sido, la escena en la que Unamuno y su joven amigo enfilan la carretera de Zamora para, a solas en un alto, sentados, abordar la represión franquista que va haciendo desaparecen en las cunetas a sus conocidos y amigos. Los dos amigos, embarcados en bandos diferentes, se enzarzan no en una discusión racional sino en reproches genéricos sobre lo malvado que es el otro bando. La cámara que, hacia atrás, los va dejando solos en planos cada vez más largos, lo que nos muestra es el alzar de brazos, la agitación convulsa de las manos y el impulso agresivo de los cuerpos, aminorando el ruido de sus voces. Es una película triste, enormemente triste, o con ese estado de ánimo me ha dejado, porque parece que no hayamos salido de ahí.


El crack cero

No es que esperase mucho de esta película, pero no esperaba tan poco. Todo es pobre en ella, el guion que no levanta suspense alguno, los actores, quizá por falta de hondura en la que abismarse, casi siempre sentados, frente a frente con una mesa de por medio, los escenarios hechos a retazos, aprovechando material de viejas películas, la realización, plano contra plano, en oficinas, seguidos de una vista cenital o un picado sobre la Gran Vía de Madrid, un bucle, como si en el cine no hubiese más. ¡Clasicismo! Lo del blanco y negro es lo de menos, hay hermosísimas películas en blanco y negro, y hasta la época, la muerte de Franco se da en directo, podría pedirlo, pero contribuye a su pobreza, no una pobreza material sino espiritual. Por qué.


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