jueves, 6 de febrero de 2020

Embriagador



la salida del aeropuerto en el imponente coche negro, encerado, brillante, la caravana abriéndome paso por la avenida, esas torres tan modernas, Plaza de Europa, me dicen, la llegada a la plaza cuadrada de las grandes manifas, Ayuntamiento contra Palau, despejada de gente, cortadas las calles en la mañana soleada y limpia, coronada de luz y sosiego, el manto de fulgor que adorna al poder entra conmigo al patio de adoquines, piso la alfombra roja, el hombrecillo me recibe con inclinaciones y sonrisa torcida, el Estado me acompaña, el Estado soy yo, saludos de gente que baja la cabeza sin que yo haga nada que les obligue, la ceremonia como a un Jefe del Estado en un país extranjero, no es para menos, la escalera de piedra, el salón que parece sacado de una película de reyes medievales, que mejor día para manifestarme, nada que ver con esas reuniones de la Unión Europea o con los grandes del mundo, donde es difícil sentirte igual a ellos, sencillamente no te dejan, aquí soy el faro que deslumbra, ni al más opuesto a mí le resulto indiferente, también a él le entra un remusguillo en el estómago cuando el poder le toca con el ala de la pompa, las puertas en los pasillos del Kremlin abriéndose al paso de Putin, Macron caminando con lentitud, la cámara realzándole para elevar su estatura, desde la plaza de la Concordia al Parlamento, la avenida Pensilvania al paso del coche de la nueva pareja presidencial americana, nada parecido había vivido hasta hoy en este país de paletos que no ama la ceremonia, hasta aquí he tenido que venir para sentir el vértigo en la cumbre, pero ahí está mi vice, un peldaño más abajo, por si hay un traspié, contemplándome, viendo su obra, también él cegado por el resplandor,

hasta hoy no he tenido la certeza, han tenido su oportunidad en las dos ocasiones pasadas, a punto han estado de arrebatarme el poder, para ya no lo harán, no durante una larga temporada, soy yo quien establece el marco, quien elige el lugar, quien dota a las palabras de aroma y sabor, todo el mundo ha visto el ridículo de esa reunión de parlamentarios del partido que se me opone, para qué, para decir nada, como nada es lo que me dice este feo duendecillo sentado frente a mí en esos butacones blancos nada góticos, no sé qué me dice de determinación y de pueblo, de presos, apenas lo escucho embriagado como estoy, las teles me enseñan a mediodía, ven la fe que emana de mí, me comparan con los torpes obstruccionistas, el poder es centrípeto y unívoco, desde las casas las pantallas del mediodía como girasoles giran por donde yo voy, solo eso tiene valor, legalidad, deslealtad, humillación, palabras que salen marchitas de las bocas de esos hombrecillos desorientados que hacen de oposición, no necesito otra cosa que el mundo entero o la mayor parte vea las pantallas de sus casas y en ellas mi convicción, mis gestos, la verdad que inspira mi palabra, lo demás es cosa cantada, en días como hoy todas las cosas se vuelven hacia mí, imanto, arrastro las miradas, el deseo de tocarme que anida en cada persona que me ve, solo a uno elige el sol para dorarlo


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