la
salida del aeropuerto en el imponente coche negro, encerado,
brillante, la caravana abriéndome paso por la avenida, esas torres
tan modernas, Plaza de Europa, me dicen, la
llegada
a la plaza cuadrada
de
las grandes manifas, Ayuntamiento
contra Palau, despejada
de gente, cortadas
las calles en
la mañana soleada y limpia, coronada de luz y sosiego, el manto de
fulgor que adorna al
poder entra
conmigo al
patio de
adoquines, piso
la alfombra roja, el
hombrecillo me
recibe
con inclinaciones y sonrisa torcida,
el Estado me acompaña, el Estado soy yo, saludos de
gente que baja la cabeza sin que yo haga nada que les obligue,
la ceremonia como a un Jefe del Estado en un país extranjero, no es
para menos, la escalera de piedra, el salón que parece sacado de una
película de reyes medievales,
que mejor día para manifestarme, nada que ver con esas
reuniones
de la Unión
Europea
o con
los
grandes
del mundo, donde
es difícil sentirte
igual a ellos, sencillamente no te dejan, aquí
soy el faro que deslumbra, ni al
más opuesto a
mí le resulto indiferente, también a él le
entra un remusguillo en el
estómago cuando el poder le toca con el ala de la
pompa, las puertas en los pasillos
del Kremlin
abriéndose al
paso de
Putin, Macron caminando
con lentitud, la cámara realzándole para elevar su estatura, desde
la plaza de la Concordia al Parlamento, la avenida Pensilvania al
paso del coche de la nueva pareja presidencial americana,
nada
parecido había vivido hasta hoy en este país de paletos que no ama
la ceremonia, hasta aquí he tenido que venir para sentir el vértigo
en la cumbre,
pero
ahí está mi vice, un
peldaño más
abajo, por si hay un traspié,
contemplándome,
viendo su obra, también
él cegado por el resplandor,
hasta
hoy no he tenido la certeza, han tenido su oportunidad en las dos
ocasiones pasadas, a punto han estado de arrebatarme el poder, para
ya no lo harán, no durante una larga temporada, soy
yo quien establece el marco, quien elige el lugar, quien dota a las palabras de aroma y sabor, todo
el mundo ha visto el ridículo de esa reunión
de
parlamentarios del partido que se me opone, para qué, para decir
nada, como nada es lo que me dice este feo duendecillo sentado frente a mí
en esos butacones blancos nada góticos, no
sé qué me dice de determinación y de pueblo, de presos, apenas lo escucho
embriagado como estoy, las teles me enseñan a mediodía, ven la fe
que emana de mí, me comparan con los torpes obstruccionistas,
el poder es centrípeto y unívoco, desde
las casas las pantallas del mediodía
como girasoles giran por
donde yo voy, solo eso tiene valor, legalidad,
deslealtad, humillación,
palabras
que
salen marchitas de las bocas de esos hombrecillos desorientados que hacen de oposición, no necesito otra cosa que el mundo entero o la mayor parte vea las pantallas de sus casas y en
ellas mi
convicción, mis gestos, la verdad que inspira mi palabra, lo demás
es
cosa
cantada, en
días como hoy todas las cosas se vuelven hacia mí, imanto, arrastro
las miradas, el deseo de tocarme que anida en cada persona que me ve,
solo a uno
elige el sol para dorarlo
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