Imagina
que alguien enmascarado, con una bolsa de mano llena de instrumental,
ya entrada la noche, apagados los ruidos de la ciudad, acostada,
esperando el sueño, te asalta, te viola, pasa horas contigo, te
fotografía, hace que te duches después, limpia el escenario y se
va. Recuérdate
jovencita,
adolescente,
que hubieses pasado por distintos hogares de acogida, cada uno de su
padre y de su madre, imagina que tipo de personalidad hubieses ido
construyendo, tus amigos, adolescentes como tú, con sus vaivenes
emocionales, tan fáciles a la sugestión. Imagina que vas a la
comisaria y denuncias. Te creen, no te creen. Hurgan en tu pequeña
historia y deciden denunciarte por falsa denuncia. A ti no te ha
sucedido, pero a otros, a otras, sí. Es muy probable que ahí
hubiese quedado la historia, una historia no contada de
desasistimiento social, pérdida de amigos, pérdida de trabajo,
desconfianza de los antiguos padres de acogida, pérdida del
apartamento tutelado por incumplimiento de obligaciones legales y
condena a negociar entre un abogado de oficio y un fiscal legalista,
es decir, sin miramientos. Puede que este no sea el falso delito que
hayas cometido, que la humillación y afrenta contra ti sea otra,
pero conoces casos.
En
los comentarios y críticas de series, hechas por jóvenes aun sin
experiencia, suele brillar lo estrepitoso fantástico, las
experiencias extremas (imaginadas) o
el copia y pega que llega de las productoras o que se ha visto en los
periódicos o páginas de referencia internacionales y,
si son adultos quienes los hacen a vuelapluma, la referencia
histórica, la que sigue la corriente principal o algún gusto
particular sin que ponga en cuestión nada,
nuestra relación con el mundo, con la sociedad, con nuestra
organización mental, con los
principios inculcados.
Ve y busca esta serie.
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