Qué
trampas más sofisticadas podrían haber ideado sus enemigos políticos para hundirlos. No
se me ocurren. Ellos solos, sin ayuda de nadie, han creado la suya, horadando la sima de su desprestigio. ¿Cómo es posible que Pablo no
midiese las consecuencias de sus actos, no ya firmar una hipoteca de
esas características, sino comprar una propiedad que contradecía
los principios que él había enarbolado como distintivo ético de su
política? ¿Y que decir de Puigdemont, que frente a la pureza
republicana que prometía escoge como valido a un individuo que ha ido dejando un rastro tan documentado de su racismo? ¿No eran tan listos aquellos jóvenes de la Complutense que iban a asaltar los cielos, tan inteligentemente montado, paso a paso, el proceso hacia la independencia? Los
dos han demostrado poca sabiduría política, que por tanto no merecían
alcanzar sus metas. Ambos han arruinado su reputación.
martes, 22 de mayo de 2018
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