"Tras
siglos de intrigas políticas y de incesante escrutinio por parte de
los maestros de la ceremonia del té, la gente de Kioto ha
desarrollado la técnica de no decir nunca nada. En una conversación,
el auténtico kiotense espera pacientemente a que el otro se imagine
por su cuenta la respuesta. Una vez, me había quedado a pasar la
noche en un templo y traté de preguntar al abad cuánto me costaría.
Recibían huéspedes todo el tiempo, así que sabia que había una
tarifa estándar. "Oh, bueno, pague lo que quiera», me dijo el
abad. Se me cayó el alma a los pies y no miento cuando digo que me
costó casi dos horas de estar bebiendo té con él arrancarle una
respuesta. En realidad nunca me lo dijo. Se limitó a darme pistas
hasta que yo mismo le di la respuesta”.
"Kioto
está lleno de pequeños signos peligrosos que los no iniciados
pueden pasar por alto muy fácilmente. Todo el mundo en Japón conoce
la legendaria historia de bubuzuke (‘te sobre arroz’). “¿Por
qué no te quedas a tomar un poco más de bubuzuke?”, te pregunta
tu anfitrión kiotense, y lo que realmente significa que es hora de
que te vayas".
"La
ceremonia del té dice todo lo que has de hacer: dónde poner las
flores, qué piezas artísticas deberías exponer y cómo emplear
hasta la franja de espacio más pequeña. Eso es algo que tranquiliza
mucho a las personas que nunca se han planteado esas cosas y que no
tienen ni idea de cómo hacerlas por su cuenta".
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