“Buscaban el daño máximo. Descomponer nuestra sociedad con dolor y miedo. Eran un grupo de fanáticos con una ideología supremacista que justificaba todo tipo de crímenes: asesinato, secuestro o extorsión”. (Ana Merino)
Durante
muchos años, décadas incluso, el
juego trágico de ETA con las armas no mereció los honores de
portada. Sus asesinatos eran relegados a breves notas
en las páginas basura de los periódicos. Filósofos, escritores,
periodistas, cineastas se mostraban comprensivos y arguían razones.
No sé si la sociedad española estaba dormida o anestesiada. Todavía
hoy, algunos aparecen en tertulias hablando de otras cosas sin
contrición alguna por el mal que hicieron, hasta ha habido quien
ha acudido
a un lugar de Francia para participar en la liturgia del final de la
cosa. La opinión de la sociedad no es la suma de lo que piensan los
individuos, no es estadística, sino la de sus élites (Cómo va a
ser opinión el
grito de la
masa
estudiantil,
aunque esta sí alcance el honor de las portadas:
"Grita por las que no pueden", "Nosotras somos la
manada", "Si no nos matan no nos creen", "A ese
magistrado no lo han violado"). Y la élite española durante
ese periodo fue
infame. Sólo una minoría alzó su voz, notablemente Basta
ya,
la voz moral de una minoría que tardó en imponerse, pero que nos
salvó a todos. Ahora, falsariamente, muchos dicen.
Tardó
en encimarse la idea de que ETA era el mal. Porque el mal existe, y
no es la desgracia natural ni su origen es metafísico, ni siquiera
el que proviene del error genético o las disfunciones de
personalidad, el mal es el que viene de la voluntad de causarlo,
busca legitimidad en ideologías ponzoñosas y se organiza en grupos
criminales. ETA era todo eso. La sociedad vasca lo consintió, lo
comprendió, lo apoyó. Aún hoy lo hace: véanse los resultados
electorales y
las manifestaciones infames (Alsasua). Eso sucedió durante las
décadas horribles de nuestro pasado reciente. Eso sucede en sordina
en Cataluña. De momento en el terreno de la opinión, en la presión
mediática y educativa, en
ciertos alborotos
en
la convivencia. La sociedad española ha mostrado una fragilidad
moral impropia (por
cierto una debilidad
comparable a la de Europa entera, incapaz
de hacer frente al peligroso americano),
incapaz de cercar y desnudar el mal. Qué hace ahora antes de que la ominosa nube se interponga otra vez ante el sol. No
puede volver a ocurrir. Y
con la sola literatura no basta.
"El candidato a president, Quim Torra, admira a los líderes de Estat Català y asiste a sus homenajes: los hermanos Badia son “los mejores ejemplos del independentismo”, dijo en 2011. Daniel Cardona, uno de los “pioneros de la independencia”, ensalzó en 2014". (Xavier Vidal-Folch)
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