El
gorrión rojo
Si
damos crédito a esta película, nada importante habría cambiado en
Rusia, aparte del nombre del país. La gente sigue viviendo en una
dictadura y la inseguridad y la vida siguen valiendo lo mismo, es
decir, cero. Sabemos que las películas de género son maniqueas, se
construyen sobre polos antagónicos para que espectador no tenga que
esforzarse en deslindar el bien del mal. Sabemos por los periódicos
y las teles de Putin, de la oposición
machacada y encarcelada, de los oponentes asesinados
sin escrúpulos, un político que otea la debilidad del enemigo
para extender su poder territorial (Georgia, Crimea, Ucrania), su
influencia internacional, el control sobre su gente. Sin embargo, la
gente, cuando hay elecciones lo vota masivamente. ¿Cómo es eso?
¿Qué debería importarnos más la vida pública de los dirigentes,
el juego de Maquiavelo en el tablero político, o la vida ordinaria
de la gente, lo que casi nunca es noticiable? Pero las dictaduras
suelen contar con la anuencia de sus poblaciones. ¿Es la libertad un
valor para todo el mundo? Los chinos no parece que la echen en falta,
tampoco los rusos, ni otros muchos países de la tierra.
La
película es larga, moderadamente entretenida e interpretada por el
cuerpo escultural de Jennifer Lawence. Es maniquea, es simple, está
bien hecha, pero, pese a todo, ¿hay que preocuparse?, ¿es hoy Putin
el hombre más peligroso del planeta?
Nelyubov
Detrás
de Putin hay un país enorme y una población tres veces la de
España. Esa
población como la de Corea del Norte o la de Venezuela tiene una
vida que se despliega cada día. El sistema político les afecta,
pero la vida sigue
pese a él, y
se parece mucho a la nuestra. En
realidad, ¿qué diferencia a un ruso de cualquier occidental?
El
gorrión rojo
nos ofrece una imagen simplista
de la estructura política, Nelyobov
(Sin amor), de Andrey Zvyagintsev, nos ofrece una imagen extremada
de
la vida sin
alma
en un sociedad capitalista. Lo
que vemos es una ciudad moderna, donde la tecnología móvil es el
epicentro, acechada por el bosque frío, la
lluvia, la nieve de
una naturaleza que siempre vuelve.
Una pareja en proceso de divorcio y
un hijo. No hay calor humano, sino reproches y odio. El hijo de
doce años desaparece.
Casi toda la película es la búsqueda infructuosa del niño.
Zvyagintsev,
un
director que hay que seguir (Elena,
Leviatán),
muestra planos largos, a veces estáticos, de la fría naturaleza que
envuelve con su frío abrigo a los hombres que en interiores
igualmente fríos parecen haber perdido la capacidad de amar. No sé
si el mundo que alumbramos es realmente así, pero da miedo.
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