martes, 6 de marzo de 2018

Mujer



“Las mujeres afganas pueden hacerlo”

                   Si despojamos a la mujer de feminismo, qué queda. Queda un ser humano desvalido destinado a desaparecer en las tinieblas. La mujer, una mujer. También queda un ser humano a quien se ha dado la oportunidad de vivir, quizá con menos opciones, con accesos restringidos. ¿Se trata de eso, de abrir todas las puertas? Se han ido abriendo, no en todos los países por igual. España no es Afganistán. Si se tratase de abrir puertas quizá no haría falta un paro como el de este día 8 de febrero. Son los países donde se necesita que todas las mujeres paren donde será difícil hacer un paro, porque las mujeres arriesgan mucho, demasiado, quizá la propia vida. ¿Eso quiere decir que en España las mujeres no deben parar? Sí, deben hacerlo, si yo fuera mujer lo haría, pero deben hacerlo allí donde la vida peligra. Es allí donde la vida peligra donde se conquista la libertad. La libertad de la mujer no se dirime en la plaza sino en la cocina. Recuerdo a una tía, cuando yo era pequeño. Vivía con mis abuelos y cuando ya estaba casada seguía volviendo a casa de mis abuelos. Cuando había una discusión se escondía en la despensa. No hacía falta preguntar dónde estaba porque todos sabíamos que estaba en la despensa. No quería discutir, no aguantaba una discusión, lloraba. Su forma de protestar era callarse y esconderse en la despensa. Y llorar. Es ahí, en lo más íntimo, donde la mujer no ha conseguido la libertad. Es ahí, en lo más íntimo, donde el próximo día 8 de febrero la mujer debe parar.

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