“Las mujeres afganas pueden hacerlo” |
Si
despojamos a la mujer de feminismo, qué queda. Queda un ser humano
desvalido destinado a desaparecer en las tinieblas. La mujer, una
mujer. También queda un ser humano a quien se ha dado la oportunidad
de vivir, quizá con menos opciones, con accesos restringidos. ¿Se
trata de eso, de abrir todas las puertas? Se han ido abriendo, no en
todos los países por igual. España no es Afganistán. Si se tratase
de abrir puertas quizá no haría falta un paro como el de este día
8 de febrero. Son los países donde se necesita que todas las mujeres
paren donde será difícil hacer un paro, porque las mujeres
arriesgan mucho, demasiado, quizá la propia vida. ¿Eso quiere decir
que en España las mujeres no deben parar? Sí, deben hacerlo, si yo
fuera mujer lo haría, pero deben hacerlo allí donde la vida
peligra. Es allí donde la vida peligra donde se conquista la
libertad. La libertad de la mujer no se dirime en la plaza sino en la
cocina. Recuerdo a una tía, cuando yo era pequeño. Vivía con mis
abuelos y cuando ya estaba casada seguía volviendo a casa de mis
abuelos. Cuando había una discusión se escondía en la despensa. No
hacía falta preguntar dónde estaba porque todos sabíamos que
estaba en la despensa. No quería discutir, no aguantaba una
discusión, lloraba. Su forma de protestar era callarse y esconderse
en la despensa. Y llorar. Es ahí, en lo más íntimo, donde la mujer
no ha conseguido la libertad. Es ahí, en lo más íntimo, donde el
próximo día 8 de febrero la mujer debe parar.
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