Al
despertar esta mañana no he tenido ningún sobresalto, pero cuando
viajo me sucede que reboto en la cama porque no reconozco dónde
estoy, me resulta extraña la pared de enfrente, la tele colgada, el
espejo, la luz que penetra por la ventana, la lámpara del techo o
los ruidos amortiguados que llegan del exterior. Es una fracción de
segundo la que tardo en acomodarme, en recordar las últimas
impresiones de la noche anterior, ah, he viajado, estoy aquí, lejos
de casa, el tiempo que tardan en reconectarse los circuitos
cerebrales, aquellas partes que se desconectan en el sueño y recobro
cuando vuelve la conciencia de mí, la creencia de ser yo quien está
al mando. ¿Pero quién me dice que no vivo en una ilusión, que
alguien o algo me ha puesto en marcha o que simplemente sigo las
pautas de un programa? Creo estar viviendo este momento, que
hoy continúa el ayer y que en los días que vienen no habrá grandes
cambios. Para ello he de fiarme de mi memoria pero sé cuán flaca
es. También podría pensar que los recuerdos me han sido implantados
y los he hecho míos como cuando alguien que me conoció en el pasado
dice recordar un hecho concreto en el que estuve implicado y yo, que
no lo recordaba, lo hago mío hasta el punto de recordar entonces con
nitidez los menores detalles.
No tengo pruebas para aceptar que sea
un ser programado, aunque cabe la duda, pero qué decir de las
señales eléctricas y químicas que cada mañana traban la
conciencia de mí mismo. Por qué cada mañana habrían de recorrer
el mismo camino, producirse las mismas sinapsis, el enlace de las
mismas áreas cerebrales, quién me dice que soy el mismo hombre de
ayer. Tengo el mismo aspecto, las mismas heridas en la piel,
parecidas arrugas, los mismos renqueantes huesos, pero cómo sé que
esta manera de ver las cosas, esta imagen que me hago del mundo es la
misma que tenía antes de ponerme a dormir. La memoria es tan frágil como engañosa y no estoy
seguro que la mirada que me devuelven mis vecinos, conocidos y
familiares sea sincera, quizá no advierta el punto de extrañeza en
sus ojos al verme de nuevo otro día más, la que procede quizá de
quien ha amanecido hoy en esa persona que creo conocer.
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