Las
películas del verano son para adolescentes, monstruos, fantasías
desbocadas, terror y testosterona. En general unos peñazos, pero
alguna se salva, como esta Baby Driver, por el lado de la
acción sin descanso: música vibrante a todo volumen, coches locos
como si estuviesen dopados, malos de cómic y eso, testosterona. El
protagonista, por supuesto, es un adolescente con un volante en las
manos y un trauma que justifica sus desmanes, desmanes controlados
que para eso es el héroe. Y los malos, actores con nombre, Jamie
Foxx, Jon Hamm y Kevin Spacey modulando sus gestos para que no se les
tome en serio.
Es
una peli que no tiene otra función que hacer un agujero en la
realidad y sumergirse en él durante dos horas para escapar de la
cabeza espesa, la depre prevacacional o los problemas irresolubles
que todo el mundo arrastra. No hay que pensar, ni sentir, solo
dejarse llevar por la música, la acción y chicas -y chicos- guapas.
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