Hay
una pulsión destructiva en el hombre, pero también la hay
constructiva. Como en el universo. A largo plazo en el cosmos, la
energía tiende a la entropía, al progresivo enfriamiento. Pero a no
tan largo plazo el universo tiende al orden, la energía se configura
en organizaciones estables. La vida es una configuración estable
durante un tiempo. Las organizaciones que adopta la vida también. La
destrucción es más visible por llamativa, nos conmueve la muerte de
un hombre, un suceso catastrófico. Los periódicos llenan sus
primeras páginas con destrucciones: guerras, asesinatos, muertes,
rara vez el nacimiento de un niño, la permanencia de un estado, la
construcción que sucede a una guerra se convierten en noticia de
primera página.
Hamburgo
ha llenado la apertura de los telediarios el pasado fin de semana por
el vandalismo de algunos jóvenes. Hasta cierto punto está en la
naturaleza delos jóvenes la pulsión destructiva. Pero ha sucedido
otra cosa que no se ha anunciado en primera página pero sí en las
interiores. Un numeroso grupo de jóvenes ha dado la réplica a los
vandálicos tratando de ordenar lo que estos habían desordenado.
“Miles
de vecinos de Hamburgo (Alemania) han salido a la calle el
domingo y esta vez no era para protestar. Armados con cubos, trapos y
escobas y en respuesta a una llamada en una red social, se han
propuesto limpiar su ciudad después de tres días de batalla campal
entre policías y grupos antisistema contrarios a la cumbre del G-20
celebrada aquí.”
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