Uno de los
motivos para ver esta película es el exotismo oriental. Sinpagur. Estamos
acostumbrados a ver pelis chinas, japonesas o coreanas, muchas de ellas de
género, otras muy literarias, claramente deudoras de la cultura occidental,
pero ¿cuántas nos muestran la vida de la gente común? ¿Cómo son las viviendas
por dentro? ¿Qué comen? ¿A qué dedican su ocio? ¿Cómo se tratan entre ellos:
padres, hijos, sirvientes? ¿Cómo les afecta la vida social, cultural,
religiosa? En Ilo Ilo, traducida aquí como Retratos de familia,
aparece todo esto.
En plena crisis financiera en Singapur, en 1997, llega a una
familia de clase más o menos acomodada una chacha filipina que tendrá que
habérselas con un chico difícil y con una situación familiar que va empeorando
progresivamente. La filipina sintonizará emocionalmente con el chico problemático ayudándole
a sortear sus frustraciones, aunque poco podrá hacer por enmendar la ruina de
la familia. Si la situación es comparable a la de cualquier hogar europeo de
clase media en crisis, el espectador, al menos yo, está atento a las pequeñas
diferencias entre su comportamiento y el nuestro ante problemas parecidos. Me
venía a la cabeza la idea de diferencia en el espesor de la civilización, en el
modo de afrontar la vida y sus dificultades, como si el dramatismo ante la
ruina no fuera el mismo, como si el apoyo social y cultural también fuese
diferente, pero no sé hasta qué punto pueda ser cierto. En todo caso, una película fresca, directa, impropia de un director debutante como Anthony Chen.
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